Al contrario que las empresas tecnológicas consolidadas, las recién nacidas se llenan de becarios, precarios o falsos autónomos. Empleados de ‘startups’ españolas cuentan su experiencia

Son las empresas de moda: las ‘startups’ no solo parecen haber conquistado las mentalidades innovadoras y los espacios empresariales disruptivos, sino que, además, se han rodeado de un ‘glamour’ social como nunca antes se había visto en España. De hecho, ya ni siquiera son patrimonio exclusivo de los jóvenes: cada vez son más los profesionales con experiencia que, atraídos por una filosofía llamada a cambiar el mundo, se atreven a trabajar en ‘startups’ o incluso a montar la suya propia.

Sin embargo, hablamos mucho de lo que rodea al emprendimiento tecnológico pero muy poco de las condiciones laborales que flotan en estos sectores. Porque las ‘startups’ pueden ser (o no) innovadoras y disruptivas, pero también son inestables, tienen una altísima tasa de fracaso, dependen de la financiación externa y a menudo están inmersas en una esquizofrenia empresarial: o triunfas pronto y eres escalable… o lo más probable es que acabes cerrando.

En España hay más de 7.500 ‘startups’. De todas ellas, entre 100 y 150 habrán salido alguna vez en prensa, habrán conseguido cierta relevancia en cuanto a usuarios, estarán conectadas con el ecosistema emprendedor español o habrán tenido algún tipo de acceso a pequeños o grandes inversores. Las demás, por desgracia, acaban siendo irrelevantes y casi invisibles para la mayoría de ciudadanos. En los medios solo suelen aparecer las que están triunfando o acaban de nacer con financiación suficiente bajo el brazo, pero el retrato obvia a las demás, que son la mayoría. Y es en esas pequeñas compañías donde empiezan los problemas laborales.

¿Cómo es trabajar de verdad en una ‘startup’ tecnológica española? Hemos hablado con cuatro empleados y exempleados, que nos han contado su experiencia, y con dos fundadores de este tipo de compañías. Entre todos dibujan un escenario muy desigual: en las tecnológicas consolidadas suele haber empleados valorados y bien pagados (algunos de ellos reclutados en eventos dedicados a la captación de talento o ‘newsletters’ con ofertas de empleo patrocinadas), pero en las ‘startups’ recién creadas muchos desempeñan un trabajo precarizado, en unas condiciones abusivas y con un salario bajísimo o incluso inexistente. Por lo que parece, no hay término medio en un sector en el que emprendedores consolidados reconocen que al principio «nos pasamos un poco en el límite de becarios que podíamos tener en la compañía» (minuto 18:50) y en el que becarios de ‘startups’ como Jobandtalent cuentan que «trabajas mucho, entras pronto y acabas tarde… pero los jueves por la noche salimos».

1) Becaria y precaria

María (nombre modificado) ronda los 30 años y ha pasado por dos ‘startups’ españolas, cuyas experiencias resume en una frase: «Nunca he trabajado tanto por tan poco dinero». Su primera experiencia fue como becaria de comunicación, haciendo contenidos para el blog de la ‘startup’ y notas de prensa: «No cobraba un duro y trabajaba entre ocho y 10 horas diarias, además de varios fines de semana». Añade que «ya no es que fuera becaria de comunicación, sino que era la única persona que hacía eso».

«Todos mis compañeros de facultad estaban de becarios en empresas», asegura, «pero ninguno tenía la presión que tenía yo. En mi empresa estaban obsesionados con salir en los medios, y solo me pagaban 100 euros en negro— si conseguía que saliésemos en prensa».

Sabía que sería duro, pero fue mucho peor: no cobraba y trabajaba entre ocho y 10 horas diarias y varios fines de semana

Su segunda experiencia fue en un ‘e-commerce’: «Me ofrecían 700 euros al mes por una jornada completa y conseguí subirlo a 750, tú verás, qué millonada. Escribía en el blog, mandaba notas de prensa, llevaba las redes sociales, redactaba reseñas de productos… Ningún día bajaba de las 10 horas de trabajo. El CEO se sentaba a mi lado y casi nunca lo vi mandar ‘e-mails’ a inversores, haciendo llamadas o trabajando. Se pasaba el día tuiteando y de risas con otros emprendedores, pero se ve que la culpa de que la ‘startup’ fracasase fue de los demás que estábamos ahí», ironiza.

A lo largo de este reportaje, María dará más detalles de los inconvenientes de trabajar en este tipo de entornos, pero ahora mismo lo tiene claro: «No vuelvo a una ‘startup’ ni loca. Ahora estoy en una empresa tradicional con unas condiciones muy mejorables, pero al menos no me venden historias del emprendimiento y sus maravillas. Cuando me fui de las otras ‘startups’, casi tenía que sentirme culpable: ‘Vaya, que solo trabajas para tener una nómina, no para innovar’, me dijo mi último jefe con ironía, casi echándomelo en cara».

Lo cierto es que no es difícil encontrar ofertas de empleo cercanas a la realidad que describe María. Basta darse una vuelta rápida por diversos portales de empleo para encontrar una oferta que busca un becario que ejerza de director de arte (por 350 euros al mes y con un sinfín de requisitos), otro puesto muy similar (por 450 euros al mes), una beca remunerada para alguien que «lidere procesos de reclutamiento de personal» y «tenga experiencia» o una ‘startup’ que no dice nada del posible sueldo (pero sí de la mesa de ping pong que tiene la oficina).

Por suerte, también hay casos contrarios. Con el perfil de María podemos encontrar otras ofertas de ‘startups’ muy recientes que esta vez sí ofrecen un puesto fijo y con sueldo de mercado: entre 21.000 y 25.000 euros anuales.

2) La falsa autónoma

Hace siete meses, Sandra (nombre modificado) entró a trabajar en una ‘startup’ de facturación para pymes atendiendo a los clientes: «Acababan de levantar una ronda de financiación y pensé que habría buenas condiciones, pero de eso nada: cobro 900 euros brutos al mes. Y como soy joven y podía coger la cuota de autónomos de 50 euros, me dijeron que tenía que facturarles. Si no, no les interesaba».

Sin embargo, su trabajo no es externo, precisamente: «Trabajo unas 10 horas al día; los fines de semana estoy en casa, pero también trabajando: si algún cliente escribe un ‘e-mail’, tengo que atenderle». Ella también lo tiene claro: «En cuanto pueda irme, me voy. Nuestro CEO se pasa el día en charlas diciendo lo importante que es ser emprendedor y los valores de su ‘startup’, pero la gente debería conocer las condiciones en las que nos tiene trabajando a todos».

3) El sénior

Julián (nombre modificado), por suerte, no tiene motivos para quejarse: en los últimos años ha trabajado como programador sénior en una plataforma de ‘e-commerce’ y actualmente hace lo propio en una de las mayores ‘startups’ de España.

«Por lo general, a los informáticos suele irnos mejor», nos cuenta, «ya que somos la parte más importante. En la anterior ‘startup’, el sueldo no era tan alto como podría ser en una empresa grande y más tradicional, pero estaba muy bien valorado y me gustaba mucho mi trabajo. Y en la que estoy ahora lo tengo todo: estoy muy bien valorado, me encanta el trabajo y cobro muy bien. De todos modos, he tenido suerte, ya que son dos empresas consolidadas, igual no tiene sentido llamarlas ‘startups’. Las ‘startups’ tienen alto potencial de impacto y crecimiento, y eso se consigue en las que han nacido hace poco, no en las que llevan años».

En las ‘startups’ hay mucho emprendedor con experiencia nula, ni siquiera ha sido empleado nunca

En su experiencia, hay un factor del que hablaremos más adelante y que ha sido clave: «La empresa en la que estoy ahora tiene bastante financiación. Y la tiene porque ha sido seria desde el principio: haciendo buena tecnología, formando un buen equipo y teniéndolo contento. Antes no pagaban tan bien como ahora, pero mis compañeros me dicen que siempre trabajaron muy bien, es una empresa seria».

Sin embargo, no le extrañan las experiencias del resto de protagonistas: «En el mundillo de las ‘startups’ hay mucho emprendedor con una experiencia nula: no sabe cómo organizar su producto, no sabe venderlo, no sabe formar un equipo, no sabe gestionarlo… Solo sabe que quiere comerse el mundo. Y así, mal vamos».

4) El programador júnior

Santi es el único al que no le importa darnos su nombre real. Tiene 23 años y el pasado verano encontró una oferta de trabajo en una ‘startup’ de recientísima creación. La entrevista fue, cuando menos, extraña: «El CEO era un hombre de unos 50 años que había tenido un buen trabajo en una empresa grande y ahora quería montar una ‘app’, pero no me decía en qué consistía, solo me dio dos o tres detalles. Mal empezábamos… Pero bueno, yo acababa de salir de la universidad, así que decidí probar».

Pero la cosa con su CEO no ha ido nada bien: «El problema es que la ‘app’ está solo en su cabeza… Tiene ganas, es optimista y ha puesto sus ahorros en esto, pero es que no tiene ni idea de tecnología. Somos dos programadores y nos pide cosas que son imposibles. No es que no sepamos hacerlas nosotros, es que no sabría hacerlas ni el director técnico de Google». Lo cierto es que Santi nos contó su testimonio hace un par de semanas, pero no quería aparecer en este reportaje. Ahora hay un motivo que le ha hecho cambiar de idea: «Me he ido de allí y he entrado en una consultora extranjera. No es la mejor empresa, trabajaré como un animal, pero estaré mejor pagado y al menos mi jefe sabrá de lo que habla».

Los escenarios, por tanto, son desiguales. En principio cabría pensar que se debe a la confrontación de los roles más importantes de una ‘startup’ (programadores, ventas, ‘marketing’…) y los suplementarios (comunicación, atención al cliente…), pero lo cierto es que incluso entre los programadores puede haber muchas diferencias. ¿Por qué esta desigualdad en el tablero, entonces? Los testimonios consultados para este reportaje nos hablan de dos posibles causas: la dependencia de la financiación y el propio ego del emprendedor.

Problema 1: la financiación

El primer problema está más que claro: «Si una empresa tiene financiación, pagará bien a sus empleados y les dará buenas condiciones; los problemas vienen cuando no hay casi fondos», nos cuenta Ignacio Arriaga, cofundador de Acumbamail. Para Joaquín (nombre modificado), CEO de una ‘startup’ tecnológica de Euskadi, eso acaba en bucle: «Si tu proyecto no es bueno, no tienes dinero, no contratarás buenos perfiles, no podrás hacer un buen producto…». En algunos casos, incluso los informáticos suelen ser precarios: «Hay empresas que venden tecnología y empresas que recurren a la tecnología para vender; en las segundas suele haber ingenieros muy mal pagados a los que les exigen rapidez».

Es aquí donde surge un debate más o menos reciente: el de la lucha entre ‘startups’ por los mejores ingenieros. En los últimos años, las ‘startups humildes’ vienen acusando a empresas como Tuenti, Fever o Jobandtalent de ‘reventar el mercado’ de ingenieros pagando hasta 80.000 euros a sus empleados y estableciendo un nivel salarial que, en su opinión, es desmesurado y perjudica a las pequeñas a la hora de competir.

Si tienes financiación, ¿cómo no vas a poner esos sueldos? No puedes acusar a alguien de ser desleal por pagar mejor

Joaquín no le ve sentido a este debate: «Si recibes una gran ronda de financiación, ¿cómo no vas a poner esos sueldos? No puedes acusar a alguien de ser desleal por pagar mejor. Fíjate, mi competencia en Euskadi es una empresa que factura muchísimo y me ha ‘quitado’ muchos ingenieros, pero no me voy a poner a llorar ni a decir que es injusto. Si no puedes pagar tanto, podrás intentarlo ofreciendo otras cosas (flexibilidad, teletrabajo…), pero nada más. «Cada uno ficha lo que se puede permitir, no hay más debate», sentencia Arriaga. «El grande siempre se va a llevar a los mejores empleados, y eso ha pasado siempre. Es absurdo quejarse de eso».

Tuenti, una de las empresas ‘acusadas’ de pagar a sus ingenieros por encima de la media.

Problema 2: el ego del emprendedor

El segundo problema es mucho más espinoso. También más subjetivo, pero prácticamente unánime entre todas las fuentes consultadas en este reportaje. Y reside nada menos que en el ego del emprendedor, una figura social que en los últimos años ha experimentado elogios muy por encima de lo que suele recibir cualquier otro empresario.

María acabó harta: «En las dos empresas en las que he estado, cuando nos hemos quejado de las condiciones, del sueldo o de trabajar fuera de horario, la respuesta de los emprendedores ha sido casi la misma: que el ‘mundo startup’ es así, que hay que echar muchas horas, que tenemos que tener pasión, que estamos haciendo algo rompedor, que estamos cambiando el mundo…».

Y es en esta disociación donde reside el problema: «El emprendedor está ultramotivado y trabaja más de la cuenta, y es normal. Pero yo vengo aquí a trabajar; punto y final. No tengo por qué compartir esa pasión y ese discurso barato, y mucho menos si me lo imponen con estas condiciones laborales», asegura. Arriaga opina lo mismo: «No puedes exigir que la motivación sea la misma, porque si la cosa va bien, el que se forra eres tú, no el empleado. Ves a emprendedores que dicen: ‘Necesitamos empleados que se adapten a la filosofía ‘startup’, pero ¿qué quieren decir con eso? ¿Que los empleados estén trabajando 12 horas al día, estresados y cobrando 300 euros al mes? Hay muchos así, por desgracia».

¿Hemos exagerado el discurso emprendedor?

Para Joaquín, «en una ‘startup’ hay que hacer muchos esfuerzos, pero tiene que haber un toma y daca: igual tú puedes pedir a tu equipo que un fin de semana trabaje porque hay que entregar un proyecto, pero a cambio tienes que dar días libres, o flexibilidad horaria… Tienes que compensar al trabajador. Si no, la gente no aguanta y en cuanto puede se va a otro sitio», asegura.

Detrás de estas situaciones subyace otro debate delicado: el de la figura social del emprendedor tecnológico, alabada y vanagloriada en los últimos años en nuestro país. La pregunta es compleja: ¿nos hemos pasado ensalzando la figura del emprendedor joven? ¿No estaremos pasando por alto comportamientos que socialmente no permitiríamos a cualquier otro tipo de empresario?

Socialmente, al emprendedor tecnológico se le permiten cosas que nunca se le permitirían al empresario medio

Para Joaquín, el debate tiene dos caras: «El emprendedor quizá sea culpable de cómo trata a su equipo y cómo se comporta con su ego, pero también le hemos metido una presión brutal. Le hemos vendido que tiene que cambiar el mundo y, partiendo de eso, le hemos relajado las condiciones: trabaja lo que haga falta, explota lo que haga falta, precariza lo que haga falta… pero tienes que revolucionar el mundo. Hemos usado la palabra ‘emprendedor’ para edulcorar la figura del empresario, que al final somos todos los que tenemos una empresa. En el momento en que creas una empresa y tienes trabajadores, lo siento, macho, pero eres un empresario y tienes que saber gestionar todo eso».

«Una pyme crea más empleo que una ‘startup»

Arriaga lo tiene claro: «A nivel social, al emprendedor tecnológico se le permiten cosas que no se le permitirían al empresario medio. Se nos ve como una figura innovadora, que trae el I+D y labra el futuro del país», pero «es una creencia muy peligrosa, porque además es falsa: una pyme tradicional crea mucho más empleo que una ‘startup’. El objetivo de una ‘startup’ tecnológica es escalar, ganar mucho más dinero gastando lo menos posible, incluyendo a los empleados. Tenemos mejor imagen, pero las empresas tradicionales tienen un impacto real mucho mayor que nosotros».

Dentro de lo malo, Julián, el programador sénior que ha trabajado ya en dos ‘startups’, ve posibles motivos de optimismo: «El mercado tecnológico en España se ha profesionalizado mucho, hace cinco años estaba mucho más precarizado. Ahora hay más financiación externa y cada vez salen menos ‘startups’ propiamente dichas que empiezan sin casi dinero. Ojalá en 5-10 años podamos decir que apenas hay precarización en las ‘startups’ españolas o, al menos, que no se debe a la falta de financiación».

Hasta entonces, habrá que seguir reflejando un escenario desigual: a un lado, los trabajadores satisfechos, motivados, valorados y bien pagados que trabajan en empresas ya consolidadas; al otro, los becarios, los mal pagados y los falsos autónomos de muchas ‘startups’ recientes que no solo tienen que lidiar con la precarización, sino también con una figura social, la del emprendedor tecnológico, que en los últimos años ha gozado de una burbuja aduladora que antes o después acabará explotando.


AUTOR: C. OTTO

FUENTE: EL CONFIDENCIAL  

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