La Neurociencia se transformó en el conjunto de las disciplinas científicas que más cautiva al mundo.

Los libros que la explican se convirtieron en fenómenos de ventas, gracias a los muchos avances logrados para comprender algo que parece quitarnos el sueño: cómo funciona nuestro cerebro.

Seguramente, influido por la proliferación de información sobre el tema, una mañana, mientras leía un artículo de un diario sobre el funcionamiento del cerebro en situaciones de estrés, me hice una pregunta: ¿el de un emprendedor funcionará diferente? Busqué textos sin mucho éxito hasta que me topé con uno en el Harvard Business Review, escrito por Peter T. Bryant y Elena Ortiz Terán, en el que aseguraban que los emprendedores, efectivamente, tienen un cerebro con características distintas.

Realizaron un experimento sencillo: formaron un grupo con 30 entrepreneurs y otro con 30 personas que no lo son e hicieron participar a cada individuo en la prueba de Stroop. Se les mostraron imágenes ambiguas, en las que se escriben nombres de colores con tinta de un color diferente al que refieren. Por ejemplo, la palabra “verde” escrita en rojo.

El objetivo: disociar el color que se lee del que se ve. Los académicos midieron la actividad cerebral de los individuos y vieron que, en los emprendedores, era significativamente diferente. En la etapa inicial, cuando se reconoce el problema, los entrepreneurs fueron más rápidos en responder y menos inhibidos. Se abalanzaban a la cuestión a pesar de su ambigüedad. Al contrario, los no emprendedores fueron más lentos; trataban de estar más seguros antes de continuar.

Pero, en las últimas etapas, esta secuencia tendió a invertirse: los emprendedores dedicaron más recursos del cerebro para procesar la información y resolver ambigüedades residuales. Según Bryant y Ortiz Terán, “los emprendedores piensan más intensamente sobre el problema después de haberse abalanzado sobre él”. Los demás usaron menos recursos cerebrales durante esta última fase, debido a que ya habían resuelto más ambigüedad durante la etapa inicial del proceso.

¿Los entrepreneurs tienen características genéticas diferentes? No. Esto, simplemente, indica que los emprendedores hemos ejercitado la capacidad de abordar problemas de forma inmediata, pese a no haber resuelto todas las incertidumbres que presentan. La principal premisa que parece haber aprendido el cerebro emprendedor es que hay que avanzar a pesar de no tener, al inicio, todas las respuestas. A la luz de estos estudios, los emprendedores estamos entrenados para maximizar las oportunidades. Mejor dicho, solemos estar atentos a ellas y, para eso, aprendimos a ser rápidos y tenerle poca aprensión al error. También, a ser flexibles. Otro estudio, de Maurizio Zollo, un investigador del MIT, comprueba esto.

Zollo partió del supuesto de que el cerebro tiene dos estrategias básicas para resolver problemas: explotación y exploración. La primera aprovecha lo que uno ya sabe para concentrarse sólo en la tarea y resolverla con las herramientas disponibles. La segunda implica dejar de lado el asunto para permitir que la mente vuele flexible entre las alternativas posibles.

El investigador escaneó el cerebro de 63 voluntarios. Otra vez, una mitad emprendedores activos y la otra, no; en este caso, empleados de alguna compañía. Se los invitó a jugar con unos tragamonedas y se les dijo que tenían que maximizar sus ganancias pero sólo con una decisión: seguir en la misma máquina (acción de explotación) o cambiar (acción de exploración).

Si bien los emprendedores no mostraron mucha más tendencia a la exploración, cuando sí lo hacían, activaban las dos partes de la corteza frontal del cerebro: la izquierda (asociada a los procesos racionales) y la derecha (vinculada con los emocionales y creativos). El resto sólo activaba la izquierda. No significa que los emprendedores seamos más inteligentes, sino que, cuando nuestro cerebro explora, no sólo lo hace con la razón; lo ejecuta de una forma más holística.

En definitiva, el cerebro de un emprendedor es uno que está dispuesto a tomar decisiones iniciales arriesgadas, que se abalanza sobre los problemas aunque no tenga todas las respuestas, que intenta encontrarlas con mucha energía una vez que está en movimiento, que lo hace porque entiende la importancia de las oportunidades y que, a su vez, deja que, en la búsqueda, participen su creatividad y emociones. Riesgo, coraje, movimiento, oportunidad, rapidez, racionalidad, creatividad y emoción. La receta para un cerebro emprendedor.


FUENTE: http://www.emprendedorxxi.coop/