EMPLEABILIDAD – «El futuro, ya no es lo que era»

 

Agradecimiento a José Vera Brusca, Profesor Visitante de la Universidad Carlos III, Profesor Colaborador de la Universidad Antonio de Nebrija, Headhunter, Experto en Outplacement, Mentor del Máster de RRHH de ESADE y antiguo Director de Recursos Humanos de ABB, Fujitsu, Suchard y Michelin

Esta frase (entrecomillada y atribuida a Paul Verlaine) que, desde un punto de vista meramente gramatical y temporal puede parecer un despropósito me sonó, en el momento en que la escuché por vez primera, como una acertada manera de definir los tiempos que nos está tocando vivir. Combinar en una sola sentencia, tan breve, los tres tiempos básicos de un verbo (futuro, presente y pasado), de una acción, puede parecer, a primera vista, una paradoja pero, en el fondo, se trata de una realidad muy palpable hoy en día.

Soplan vientos de incertidumbre y habrá que acostumbrase a vivir con ella y a manejarla con la suficiente intuición y sabiduría como para no cometer errores graves. Ya se sabe que errar es de humanos, pero también los humanos hemos de obtener lecciones de los fallos. Tenemos que proveernos de la suficiente intuición como para intentar predecir los acontecimientos futuros, y de la sabiduría necesaria para poder aplicar las soluciones más adecuadas en cada situación.

Los tiempos en que las personas nacían y morían en la misma cama, se han acabado; y, posiblemente, para bien. ¡Renovarse o morir! Los empleos vitalicios (salvo muy raras excepciones) se han convertido en una “especie en extinción”, como lo fueron los dinosaurios hace millones de años. El futuro ya no es predecible; sólo nos basta con mirar hacia atrás unos pocos años y tratar de recordar lo que pensábamos del mismo y, sobre todo, compararlo con la realidad actual.

En consecuencia, los “recorridos laborales” (“Curricula Vitae”) del Siglo XXI van a ser muy distintos a los del Siglo XX. Ya no serán tan estables ni tan continuos como lo han venido siendo hasta el presente. Tendremos que habituarnos a realizar y convivir con diferentes entradas y salidas en el mercado de trabajo. Aparecerán paréntesis de actividad, unos deseados y promovidos por uno mismo, y otros no tan no deseados y promovidos por terceros. Daremos pasos hacia delante, pasos hacia atrás y nos tocará vivir, incluso, algunos períodos de estancamiento; voluntarios o no. De ahí que la frase que da subtítulo al presente artículo esté viviendo unos momentos de “rabiosa” actualidad.

Con este preámbulo quiero dar paso a comentar el concepto abstracto de la “empleabilidad”, una palabra que la Real Academia Española de la Lengua todavía no ha admitido (todavía) en su ilustre diccionario, a pesar de haberse entretenido, en los últimos tiempos, con otras fruslerías. Por“empleabilidad” quiero expresar la idea, el concepto, de la capacidad que cada persona tiene, o debería tener y desarrollar, para ser “empleable” en cada momento de su vida profesional.

La estabilidad en el empleo es un concepto que, no sé si por desgracia o por suerte, ya ha desaparecido del lenguaje empresarial. Hace ya muchos años que vengo transmitiendo la idea de que el período de prueba, en una empresa, empieza todos los días al iniciar la jornada de trabajo, y acaba al finalizar dicha jornada.  Por todo ello, tendremos que empezar a desarrollar, tanto a título personal como colectivo, la idea de hacernos “empleables”, en todo momento y situación.

Por otra parte, más de la mitad de los puestos de trabajo que se anunciaban hace unos pocos años, a través de los diferentes canales de empleo, han desaparecido; y no sólo en su terminología, sino en su propia esencia. Por el contrario, en las páginas de color “salmón” de los principales periódicos, en los portales de empleo y en las páginas “web” de las empresas e instituciones, están empezando a aparecer nuevos términos para definir los nuevos empleos. Hace sólo un par de años, ¿alguno de los lectores había oído hablar del “Comunity Manager”, como puesto de trabajo?

Desde que Bob Dylan (cantautor y “casi” profeta) nos dejó su famosa canción: “Los tiempos están cambiando” (¡y lo hizo en la década de los años sesenta, del pasado Siglo!), estamos sumergidos en el cambio perpetuo. La flexibilidad ha empezado a tomar carta de naturaleza como un concepto que va a marcar el futuro de nuestras vidas. Una flexibilidad entendida en su concepto más amplio, no sólo entendida como un concepto funcional (¡que sí!), o como una flexibilidad geográfica o de horarios (¡que también!), sino como una capacidad de adaptación (muy rápida) a las nuevas situaciones ante las que nos encontremos. Las modernas tecnologías están dando una ventaja adicional y primordial, a los que reaccionan antes que el otro.

Flexibilidad que tendrá que venir acompañada por unas fuertes dosis de coraje, decisión y determinación, si queremos adaptarnos a todos los cambios que vamos a sufrir durante la próxima centuria. No quiero aventurarme en futuros más lejanos, pero la imaginación y la innovación deberán ser competencias a valorar, muy seriamente, tanto por parte de los empleadores como de los empleados. Recientemente, la Fundación “Empresa y Sociedad” ha publicado un libro-debate sobre la sociedad dentro de quince años, basado en una encuesta realizada de forma muy abierta. Respecto a sus especulaciones, me remito a Paul Verlaine y su famosa frase con la que he iniciado el artículo.

El hecho de haber finalizado unos estudios (universitarios o no), complementados con algún tipo de postgrado, ya no será suficiente. Habrá que desarrollar nuevas aptitudes, adquirir nuevos conocimientos de forma continuada, ser capaces de mostrar nuevas actitudes y adquirir nuevas competencias, que exigirán los nuevos puestos de trabajo que ya están empezando a aparecer en el mercado de trabajo. El sabio manejo de la“diversidad”, será un “plus” en la evaluación del desempeño. Y en este sentido, quiero puntualizar que los idiomas extranjeros, todavía son una asignatura pendiente en este país. Por todo ello, y ante la incertidumbre de lo que nos pueda deparar el futuro, deberemos desarrollar nuestra curiosidad intelectual hasta extremos insospechados, con el único fin de intentar averiguar por qué derroteros va a evolucionar las necesidades del mercado de trabajo y, en consecuencia, intentar mejorar nuestra empleabilidad adaptando nuestra formación y desarrollo profesional a las necesidades del momento.

En resumen, tendremos que ser capaces de reinventarnos cada vez que las circunstancias lo exijan, y mucho me temo que esto va a ocurrir con más frecuencia de la que nos podamos imaginar. Tal vez estemos a las puertas de un nuevo “Renacimiento”, en el que una formación más “generalista”(frente a una especialización excesiva) y más variada, nos permitirá abordar los diferentes retos que se nos puedan plantear a lo largo de nuestras vidas, con una mínimas probabilidades de éxito en su resolución.