No tenía ingresos económicos y necesitaba un trabajo por tal de pagarme mis gastos. Mis estudios, ir a vivir con mi pareja, poder realizar unas prácticas de aquello que deseaba… Todo ello pasaba por obtener un empleo. Siendo así las cosas, decidí apuntarme a diferentes trabajos que me proporcionaran el dinero suficiente para ello. El dinero suficiente para proseguir en mis proyectos personales y profesionales.

Por suerte, a lo largo de mi experiencia profesional he podido ir trabajando en diversos trabajos de verano, así como becas, convenios y prácticas, que me han dotado de experiencia rica y diversa. He trabajado cómo dependiente, camarero, reponedor, cajero, pescadero, formador, administrativo, integrador laboral y selector. Por ello, y pese a que mi deseo y grandes esfuerzos van dirigidos a trabajar en la selección, no tengo problemas en buscar trabajo de otras cosas mientras espero poder dedicarme a mi pasión.

Una de las ofertas a las que me apunté era una de “atención al cliente”. “Casi toda mi experiencia se ha centrado en atender al cliente, creo que es una oferta que cuadra conmigo”, pensé. Debí pensar bien, ya que recibí la llamada para realizar la entrevista al día siguiente de haberme apuntado. Esa semana había sido especialmente buena en entrevistas laborales y no cabía en mi gozo.

El día señalado, llegué 5 minutos antes a la entrevista, tenía que preguntar por una tal R. Sin embargo, algo no marchaba bien. La sala de espera estaba a rebosar, habría unas 20 personas y fueron llegando más, que se esperaron en el rellano. Era una sala pequeña, austera, con varios fluorescentes de tubo fundidos aquí y allá. Había una máquina para servirse agua, pero sin vasos y en una esquina se amontonaban paquetes de folios, mal apilados. En la sala de espera había tres puertas, una que daba al rellano, una que daba a un pequeño cuartucho, donde había una administrativa que no nos prestaba atención y una puerta cerrada, por la cual entraban y salían jóvenes trajeados con carpetas y similares. Se podían vislumbrar unas oficinas.

Decidí anunciar mi presencia a la administrativa, puede que la gente estuviera esperando para otras ofertas. Su reacción fue bastante neutra y me dijo que ya nos llamarían, la cosa no cuadraba para nada. Así, esperamos en la sala, 12 personas sentadas, otras tantas de pié y muchas más en el rellano. Esperamos así durante buena media hora. Ese tiempo me permitió analizar con tranquilidad a todos los presentes. Era gente joven y parecía que muchos no se habían enfrentado a una oferta de trabajo. Estaban nerviosos, en más de uno el acné poblaba su cara y vestían con ropa de calle, poco arreglados. Pocos llevaban carpetas y ninguno, a parte de mí, se acercó a la administrativa.

Por otra parte, las personas trajeadas que entraban y salían, no daban una imagen uniforme. Eran jóvenes y vestían trajes diversos: los veías grises, negros, azulados… Todo ello con calzado usado o, incluso, deportivas. Sin embargo, mientras estábamos a la espera, escuchamos gritos de dentro. Una persona gritó, “¡Buenos días!” y el resto gritó al unísono. Se repitió nuevamente el grito, pero esta vez más alto y volvieron a responder. Me recordó al sketch “¡Voy a venderlo todo!”.

La situación era ya era, cuanto menos, salida de otro planeta. Una sala abarrotada, un grupo de ¿Comerciales? gritando BUENOS DÍAS y más de 20 minutos pasada la hora de entrevista. Me preguntaba: “¿Qué narices ando haciendo aquí?”. Igualmente me respondía: “estoy aquí por un trabajo, uno que me permita pagar mis estudios, mis gastos y me permita avanzar en mi vida”.

Parecía que la situación se iba alargar así eternamente, con docenas de candidatos dubitativos, mirando al vacío y llenos de miedo por la situación, cuando una de las candidatas miró su reloj por enésima vez. Nos dijo que se tenía que ir, que había dejado su coche mal aparcado para venir a la entrevista y se lo comunicó a la administrativa. Cuando salió del habitáculo de ésta, mencionó algo sobre que la oferta era de comercial, no de atención al cliente como nos habían dicho.

Jamás había visto una desbandada semejante en una oferta de trabajo. De los 40 o más candidatos que había, solo quedaron 10 y me pude sentar en una de las silla. Me había ido gustosamente, pero ahora otra parte de mí estaba interesada en la oferta, estaba interesado en ver cómo evolucionaba este fraudulento proceso de selección, así que observé. En primer lugar, una candidata fue a decirle a la administrativa que la oferta era de “atención al cliente”, no de comercial. La respuesta fue cortante, “es lo mismo”.

Así pues esperamos hasta que entraron preguntando por nosotros y nos dijeron por quien preguntábamos. Vi que cada uno preguntaba por una persona diferente, lo que alimentó aún más mi desconfianza. No sabía si lo hacían para despistar, para que la persona en cuestión se agenciara una incorporación (en plan piramidal) o para evitar que los entrevistados nos relacionáramos demasiado.

Nos llevaron a una sala donde haríamos una “entrevista grupal”, que no tuvo nada que ver con una entrevista. Básicamente una mujer nos dijo que se dedicaban al marketing, para una empresa energética y ya está. Nos dijo que había una plaza (cosa sobre la que tengo mis dudas, seguramente lo decía para hacernos parecer que era una oportunidad única) y que deberíamos llamar al “Director General” para saber si habíamos pasado la prueba y éramos la persona seleccionada. Lo nunca visto, tener que llamar para saber si éramos los seleccionados. Supongo que una nueva manera de presionar a la persona, aislarla y que le vendan el puesto telefónicamente, como si fuera el candidato elegido.

Pero la cosa aún sería más poco ortodoxa. Tras este pequeño discurso, nos dijeron que haríamos “la prueba” y nos asignaron a cada uno a un grupo, tras lo que bajamos a la calle. Allí, el jefe de cada grupo nos presentó a sus compañeros comerciales. y se repitió una sucesión de presentaciones y saludos. Eran jóvenes, mucho aún con acné en la cara. Consultaban sus móviles, fumaban, mascaban chicles… el conjunto no me dio una imagen nada profesional. Estuvimos así, delante del edificio, en un grupo de unos 20-25 comerciales y unos pocos candidatos cómo 5 o diez minutos y nos dirigimos hacia “la prueba”.

Para mi asombro, la marabunta se dirigió al metro, donde entraríamos todos, colapsando parte del vagón. Quise averiguar más sobre la oferta y sus características antes afrontar “la prueba” y me enteré en qué consistía en acompañarles es su tarea de promoción y ventas. Mi curiosidad ya había sido satisfecha y no deseaba perder mucho más parte de mi tiempo con ellos y menos dedicarme a una tarea tan opaca, por lo que realicé otra pregunta.

Intenté indagar sobre la remuneración al jefe del grupo en el que me encontraba. Y me dijo que eso me lo diría el Director General. Todo muy poco transparente para mi gusto, por lo que decidí descolgarme a esa altura del proceso, no estaba dispuesto a que me trataran de aquella manera: no saber en qué consiste exactamente el trabajo, ni las condiciones y con una mentira sobre el puesto, para empezar. Les comenté que no seguiría en el proceso y continué en el metro mientras ellos se bajaban en una estación.

Con esta entrada sólo deseaba compartir esta experiencia con vosotros, a la par que critico esta especie de ofertas y procesos. No sólo ningunean a los candidatos y los mantienen esperando y a oscuras sobre el puesto de trabajo, si no que les mienten descaradamente. No estoy en contra de los trabajos de comercial, pero sí con la poca ética y opacidad que se trata a los trabajadores del campo.

Agradecimientos a:

Jaime Armada

FUENTE: https://jaimearmada.wordpress.com