Cuando comienzas a escribir un blog, lo haces con millones de dudas y temores. La primera es ¿lo leerá alguien? ¿Interesará a alguien?

No voy a hablarte de la importancia de escribir (no anónimamente, sino retratándote) en el ciberespacio -en tu propio blog, en Linkedin, comentando en otros blogs… donde sea- como forma de posicionamiento y de reputación. Voy a partir de que ya has entendido la relevancia que puede tener para ti y te has decidido a hacerlo, y te voy a hablar de las dudas y los miedos que compartir tus ideas, tus opiniones, tus emociones, tu oferta profesional… ahí fuera, en el ciberespacio, para que cualquiera tenga el derecho de “cotillear”, producen.

Porque la realidad, es que ponerse ahí fuera da mucho acoj*ne.

Es como si todo el mundo pudiera entrar en tu casa y mirar dentro de tus cajones. ¿Y si encuentran los calcetines sucios? ¿Y si hay pegotes de pasta de dientes en el espejo? ¿y si encuentran cosas que tengo escondidas y me da vergüenza que vean?

Entonces nos damos un montón de excusas para no empezar: excusas que no son sino miedos disfrazados. Miedo a tu propia vulnerabilidad. Cuando das un paso al frente sin red, arriesgando, desprotegido, dejando tus sentimientos desnudos, sientes toda tu vulnerabilidad. Y pocas cosas dan más miedo que sentirnos vulnerables.

Por eso cuando vas a “ponerte ahí fuera” – al empezar un blog, al acercarte a alguien que quieres conocer, al entrar en una entrevista de trabajo…- te atacan todos tus miedos para protegerte de esa vulnerabilidad.

Miedo a no ser suficientemente bueno

Ya te he contado en alguna ocasión anterior, que antes de empezar mi primer blog lo más largo que había escrito por iniciativa propia era la lista de la compra (especifico por iniciativa propia porque estudié Derecho, o sea que en realidad, escribir había escrito mucho).

Ni era ni soy especialmente buena escribiendo. Pero tenía que escribir para empezar a compartir lo que sabía. Y empecé. Y no tenía ni idea de cómo hacerlo. Y temía ser un desastre.

Y la verdad es que buscaba lo que entonces se escribía sobre desarrollo profesional, y básicamente encontraba o páginas corporativas que me espantaban, o blogs de gente de RRHH sentando cátedra desde le barrera y utilizando palabros más por lucimiento que para la gente de a pie entendiera y pusiera en práctica lo que decían. Esas eran mis referencias.

O sea que empecé a escribir simplemente de manera coloquial. Como si tuviera a alguien delante. Empecé a escribir como hablo, con naturalidad – si me sale un taco, me sale, si el tono es más duro, es más duro. Y esperé.

Y aquí estás tú leyéndome :)

Y creo que mi mejor recomendación es: no lo pienses. Sólo ESCRIBE.

Evidentemente debes tener en cuenta el contexto – yo me puedo permitir ciertas licencias en mi página que no me permitiría en otros foros – en un grupo de Linkedin, cuando acabo de hacer un contacto interesante, etc.

Pero en cualquier caso, lo importante no es que te den un sillón en la Real Academia de las Letras, sino que se *oiga* tu voz y tu personalidad cuando escribes.

No sé si serás bueno transmitiendo lo que tienes en la cabeza desde el primer momento, pero te aseguro que mientras lo hagas desde tu pasión, poniendo toda tu honestidad en lo que escribes y sin auto-censurarte (bueno, lo MENOS posible), más lograrás transmitir – y eso es lo que busca la gente, porque es como podrán conectar contigo.

Honestidad es la palabra clave. Imperfecto es interesante.

Miedo a no tener nada que contar

Todo el mundo tiene cosas interesantes que contar de algún tema. Todo el mundo.

¿A que a lo largo de la semana te surgen muchas veces momentos de inspiración? Ideas, pensamientos, conceptos, y experiencias interesantes, de los que sacar conclusiones y aprendizajes – cosas de las que hablar de “tu tema”, tienes constantemente.

Pero si justo en el momento en que tienes tu rato a la semana/al día para navegar por internet y ponerte a escribir, no tienes una idea concreta en mente o no te llega la inspiración divina, te frustrarás enormemente, pensarás que estás perdiendo el tiempo, y desearás no volver a ponerte delante del dichoso WordPress que no te inspira lo más mínimo. Believe me, porque no veas la de veces que me pasa.

¿Cómo lo solucionas? no dejes que se te escapen las ideas, la inspiración, los momentos de conversación brillante… contigo mismo: busca la manera de recoger tus ideas a lo largo de la semana, bien con la grabadora del teléfono, con la aplicación de notas o con un bloc físico.

GRABA o escribe ese tema que te ha venido a la mente y que piensas que te acordarás perfectamente… pero que luego no es así.

Y mi siguiente, absoluta recomendación –que yo misma no sigo, pero cuando lo hago me doy cuenta de lo productiva que es-: aléjate de las distracciones como si fueran la peste.

El rato que vas a dedicarle a escribir, a mandar mails a gente que te interesa o similar, desconecta todo lo que no sea estrictamente necesario. Ya verás.

Y finalmente, ¿sabes qué es lo único que realmente necesitas para tener cosas que contar? Debes tener UNA VIDA. Contar tus propias historias, ideas que has deducido de algo que te ha pasado, compartir la “moraleja” de algo que has vivido, etc: si compartes trozos de tu vida, de tu propia historia, te aseguro que siempre tendrás inspiración de sobra.

Miedo a que te critiquen

No te voy a mentir: esto pasa. Estoy contigo a las duras y las maduras, pues esta es una de las duras.

Verás, la parte buena cuando estás empezando a escribir un blog, es la libertad que te da precisamente que nadie te lea en ese momento. Puedes ser absolutamente honesto, escribir sobre lo que te apetezca, como te apetezca, cuando te apetezca, sin miedo a ofender o molestar a nadie.

Y si todo va como esperas, con el tiempo logras que la gente se interese por lo que cuentas. Primero tus amigos y tus hermanos, pero un día la cosa se pone interesante: son desconocidos quienes leen lo que escribes… y encima lo comparten y comentan. Es una sensación alucinante. 

Y esos pocos un día se convierten en cientos, incluso miles.

Pero cuando llega ese día, con los simpatizantes vienen también los críticos, los negativos, los quejicas, los inconformistas.

Lo único que puedo explicarte es cómo lo vivo yo, y espero que te sirva.

Pero esto lo voy a dejar para un próximo artículo, porque si no, este que estás leyendo va a salirme más largo que un día sin pan. Porque es un tema delicado, que me toca personalmente, que me crispa y que me da para un post entero. Y uno de los heavys.

Para terminar, una última recomendación:

La razón por la que estamos en este planeta es para CONECTAR entre nosotros. Es lo que naturalmente hacemos en todo momento. Lo que pasa es que para poder conectar realmente con otra persona, hay que bajar los escudos.

Y bajar los escudos significa superar la vergüenza, el sentimiento de “no soy suficientemente bueno”.

Bajar los escudos significa dejar que la gente te vea tal y como eres porque sólo así vas a lograr una verdadera conexión.

Es cierto que hay muchos “gurús”, mucha gente en el ciberespacio que vive de darse autobombo, presumir de contactos, de apariciones estelares, de vidas idílicas – gente que se siente Moisés descendiendo del Monte Sinaí con las tablas de la Ley.

Olvídate. Aparentar, presumir y lucirte por propia vanidad dura sólo lo que dura. Al final la gente se harta de estas personas tan lejos de su realidad.

Relaciónate abierta y *humanamente*. Recuerda que detrás de la pantalla hay personas – personas que buscan esa conexión.

No son “contactos”, no son “lectores”, no son “suscriptores”, no son “seleccionadores”: son personas con las que hacer una conexión.

Si entiendes e incorporas esto, te aseguro que valdrá la pena

Te aseguro que te separará y diferenciará de todos los demás.

Esa es la mejor recomendación que te puedo dar.

Si te interesa, otro día te hablaré de cómo enfrentar las críticas. Hasta entonces, me encantará que me cuentes en los comentarios qué miedos y dudas te surgen cuando tienes que conectar con alguien – bien por escrito, bien en persona.

FUENTE: http://zumodeempleo.com

Muchas gracias y he querido compartir este artículo en mi humilde página de cuando uno escribe y comparte.