Personalidad

Si hay una expresión que escucho últimamente con demasiada frecuencia es la de “Todo el mundo lo sabía”.

Cada vez que aparece un escándalo sobre la corrupción de un político, una institución, un sindicato o una empresa, aparece alguien que dice que eso es algo que ya se sabía desde hacía mucho tiempo.

Hace unos días, cenando con unos amigos escuché la conversación en una mesa de al lado. Hablaban de un familiar que trabaja en una institución financiera y “tuvo” que vender preferentes sabiendo que eran pura basura. Como justificación, la persona que lo contaba decía que ese pariente trató de “colocar” la cantidad justa para que no le diesen un toque. Por lo que contaba, lo de las preferentes es algo que todo el mundo conocía, pero nadie o casi nadie dijo nada.

El síndrome del “Todo el mundo lo sabía” está en todas partes. Desde la selección de los profesores de universidad a las trampas y trucos para saltarse la ley hasta en los más mínimos detalles. Pero como “todo el mundo lo sabe” nadie hace nada.

Nadie, empezando por mi mismo, se libra de esta complicidad con las pequeñas o grandes trampas. Pero además, el ser humano tiene una enorme creatividad para encontrar excusas o dicho de otro modo, para demostrar cuales son sus auténticos valores.

Porque se trata justamente de eso. No es que hayamos perdido los valores, todo lo contrario, es que los tenemos muy claros. Sabemos perfectamente cuales son nuestras prioridades.

Ante la posibilidad de perder un empleo y perjudicar a nuestra familia, quizás es comprensible que alguien “coloque” algún producto o servicio defectuoso a un cliente.

Ante la posibilidad de perder un contrato y quizás tener que despedir gente, quizás es comprensible que un empresario pague una comisión al político de turno.

Ante la posibilidad de tener que rebajar el nivel de vida y no poder presumir ante los amigos, quizás es comprensible que un sindicalista se quede con una parte del dinero de aquellos a los que representa.

Ante la posibilidad de perder un puñado de “followers” quizás es comprensible que no digas aquello que piensas ni defiendas aquello en lo que crees.

Ante la posibilidad de que te echen, quizás es comprensible que te quedes hasta las tantas en la oficina o que aceptes algunas salidas de tono de tu jefe.

Más allá de las cuestiones ideológicas, todas estas situaciones y muchas otras lo que nos dicen no es que la gente no tenga principios, sino todo lo contrario, que saben perfectamente qué es lo importante para ellos. Cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles, a una disyuntiva es cuando los valores se ponen a prueba.

Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero ahí está la clave. Hay que tener mucho valor (y valores claros) para enfrentarte a lo que “Todo el mundo sabe (y no dice)”. Por eso hay héroes que se lanzan a sacar a alguien de las vías del metro mientras los demás miran. Por eso hay gente admirable que está dispuesta a pagar un precio enorme por defender aquello en lo que cree. Y esa es la gente que deja huella.

Lo que hace que alguien deje una Marca Personal memorable es la defensa de aquello en lo que cree. Pero esta no es una cuestión buenista o relacionada con un tipo de moral. Es una cuestión de pura rentabilidad. Me explico.

El problema de ceder parte de tus valores o, lo que es lo mismo, de “venderte” es que una vez que lo has hecho, estás “vendido”. Ya saben que tienes un precio y que estás dispuesto a pagarlo. A partir de ese momento ya no dependes de ti sino que tu Marca Personal está en manos de otro.

Cuando quedas “contaminado” por vender tus principios pierdes tu credibilidad, generas desconfianza y eso es justo lo que hace que una Marca Personal pierda su valor. Ya nadie podrá fiarse de ti porque, ¿Cómo sé que no vas a ceder algo de tu identidad si las cosas se te tuercen?

Si eres capaz de saltarte las pequeñas reglas y leyes, ¿Cómo sé que no vas a saltarte las más grandes?

Si estás dispuesto a sobornar a un político para conseguir un contrato, ¿Cómo sé que no vas a utilizar materiales de poca calidad, reducir tus estándares o bajar tus niveles de seguridad?

Cuando “vendes” tus valores dejas de ser libre porque ya siempre estarás en manos de quién te los ha “comprado”. Al vender tus principios, en realidad lo que estás vendiendo es tu libertad.

Me preocupa mucho que cuando se habla de Marca Personal haya tanta obsesión por algo tan secundario como es la visibilidad en Internet. Lo realmente importante está mucho más atrás, está en la PERSONA, en su identidad y en aquello que defiende. Ahí está el meollo de la cuestión. Si no me puedo fiar de ti, si no sé en que crees, si no defiendes nada que merezca la pena (poner un hashtag “solidario” no cuenta), todos los “followers”, “amigos” y visitas no te van a servir de mucho para dejar huella.

El problema de la Marca España no se soluciona con campañas publicitarias con Gasol o Nadal sino consiguiendo que cuando salte un escándalo sea algo extraño, sorprendente y raro en lugar de escuchar una vez más aquello de “Todo el mundo lo sabía”. Pero para eso hacen falta héroes o gente con una Marca Personal potente.

FUENTE: andresperezortega.com