La mayor y más constante preocupación de la sociedad durante todo este periodo de crisis ha sido y continua siendo, el deterioro del mercado laboral, y no me refiero solo al deterioro de las cifras con gran destrucción de empleo y aumento del paro sino a las condiciones laborales en las que se encuentran los que sí tienen trabajo y las condiciones de las nuevas ofertas laborales cuando estas existen. Aunque es cierto que los datos de los últimos trimestres marcan un cambio de tendencia, falta mucho para que los ciudadanos más perjudicados y especialmente los parados, observen una mejora del mercado laboral.
Durante la crisis y en términos generales, comparando los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2007 y 2014, observamos que con una variación no muy grande de la población activa, la reducción de la población ocupada ha sido significativa (tres millones de personas) pasando de 20,5 millones en 2007 a 17,5 en 2014. Esta reducción ha llevado a engrosar las cifras del paro desde 1,8 millones de personas en 2007 a 5,4 millones en 2014, a la vez que también han aumentado los inactivos, en parte debido al envejecimiento de la población.
A pesar de los elogios de las instituciones internacionales (FMI, OCDE y Comisión Europea) a la reforma laboral aplicada en España, lo cierto es que el mercado laboral no ha corregido el gran problema de la dualidad entre las condiciones de los empleos fijos y los empleos temporales y por el contrario, sí ha perjudicado considerablemente las condiciones laborales, especialmente los salarios, de los nuevos empleos. Mientras antes se clamaba contra los contratos mileuristas ahora muchos jóvenes trabajan por sueldos muy bajos, e incluso gratis, para conseguir alguna experiencia y desearían alcanzar ese nivel de salario de antes de la crisis.
El mercado laboral se está transformando y probablemente lo que es bueno desde el punto de vista del crecimiento de la actividad y de la productividad, no se percibe tan bueno desde el punto de vista de los trabajadores, que observan cada vez condiciones más difíciles en la búsqueda de empleo y en la contratación cuando por fin encuentran un trabajo.
La reforma laboral ha generado empleo barato, pero continúa la dualidad entre fijos y temporales
Volviendo a los datos comparativos del periodo comentado, la proporción de ocupados asalariados se ha mantenido en el 82% y el de trabajadores por cuenta propia en un 18%. Pero el cambio se ha producido en el tipo de contratación. En primer lugar, han aumentado considerablemente los empleos de jornadas más cortas, especialmente en las mujeres. Mientras la proporción de los ocupados a tiempo completo ha disminuido del 88,9% al 85%, la proporción de los ocupados a tiempo parcial ha aumentado desde el 11,1% al 15%. Este tipo de jornadas a tiempo parcial es cada vez más intenso en las mujeres (24,3%) que en los hombres (7,4%).
En segundo lugar, se mantiene la dualidad en las condiciones de contratación. Mientras unos mantienen las condiciones del conocido “empleo para toda la vida” con salarios elevados y ventajas sociales, otros se conforman con ir encontrando trabajos temporales que en el mejor de los casos se alternan con los periodos de paro. En contra de lo sostenido por algunos analistas, los datos referidos a la temporalidad, diferenciando los contratos indefinidos de los temporales, señalan que durante los primeros años disminuyeron los contratos indefinidos, aunque posteriormente la tendencia cambió y con los últimos datos de 2014, los indefinidos se han recuperado alcanzando la cifra de 10,8 millones, mientras los temporales han disminuido y alcanzan la cifra de 3,5 millones (5,33 millones en 2007). Con ello la tasa de temporalidad, que mide la proporción de contratos temporales sobre la ocupación total, se ha reducido durante la crisis desde el 32% al 24,6%. Aunque, la causa de este cambio de tendencia se observa claramente en el comportamiento del sector público con una reducción importante de los contratos temporales en 2011 y 2012 y una posterior recuperación en los últimos trimestres. También se observa mayor temporalidad en los contratos de las mujeres frente a la de los hombres.
El tercer aspecto es la distribución por grupos de edades. Es difícil determinar dónde se centran los mayores perjuicios en la población, porque si bien es cierta la preocupación en España y toda Europa sobre la situación de los jóvenes que terminan su periodo de formación y no encuentran trabajo también es cierto que generaciones que comenzaron a trabajar y tienen cierta experiencia se han visto desplazados de sus puestos de trabajo y a veces tienen que abandonar su profesión por empleos más precarios. Con la observación de los datos, los parados con edades entre 20 y 24 años son 684.000, a los que habría que sumar al menos los de 25 a 30 años. Pero los más perjudicados en la destrucción de empleo durante la crisis han sido los de edades comprendidas entre 25 y 40 años con una pérdida de 2,2 millones de empleos.
Aunque es cierto que el crecimiento todavía débil de la actividad ha permitido un cambio de tendencia y mejoría de los datos de empleo, no podemos conformarnos con ello. Es necesario acometer reformas eficaces para ayudar a las empresas a mejorar su actividad y crear empleo sin que esto recaiga de nuevo en peores condiciones de contratación. Existen sugerencias tanto de analistas reconocidos como de empresarios, tanto en lo referente a facilitar la creación de empresas como en los temas fiscales.
En conclusión, la reforma laboral ha reducido los costes laborales de una parte del mercado laboral, aumentando la productividad y generando empleo barato, pero continúa la dualidad en salarios y condiciones laborales entre trabajadores fijos y trabajadores temporales y a tiempo parcial. En las condiciones actuales, la creación de empleo que permitirá la tendencia prevista del crecimiento del PIB en torno al 2%, no será suficiente para aliviar la presión social del desempleo actual. Si no se impulsan de alguna manera mejores condiciones para la creación de empresas y para el aumento del tamaño de las pymes existentes, de manera que sea posible una mayor creación de empleo, la tasa de paro continuará muy por encima de las del resto de los países de la UE, cumpliéndose las previsiones actuales que sitúan la tasa de paro en los años venideros (22,2% en 2016) en niveles inasumibles por la población.
Carmen Alcaide es analista y expresidenta del INE.
FUENTE: http://economia.elpais.com