Durante 6 años he trabajado en una oficina de empleo atendiendo a cientos de personas desempleadas. Muchas de ellas me comentaban sentirse desesperadas porque habían enviado 400 ó 500 curriculums, y no habían recibido ninguna respuesta (aunque fuera para decir que no les interesaba). Si les preguntaba qué criterios utilizaban para seleccionar las empresas a las que enviaban sus curriculums, muchos de ellas contestaban que a todas las ofertas que veían, total, “no perdían nada”.
Si comparaba la estrategia que seguían estas personas con aquellas personas otras que me decían que sí que recibían contestación, habiendo enviado a lo mejor sólo 20 ó 30 curriculums, extraje una serie de diferencias entre la estrategia utilizada por unos y otros, que se resume en lo siguiente:
1) Aunque parezca obvio, los que enviaban pocos curriculums lo hacían respondiendo a una oferta concreta de trabajo, o porque sabían que había posibilidades de que la empresa contratara gente. No enviaban curriculums a todas las empresas porque sí, sino que averiguaban las posibilidades reales que había de que les contrataran, y concentraban sus esfuerzos en ellas. Si una empresa está inmersa en un proceso de ERE o de despidos, parece que no tiene mucho sentido enviarles nuestro curriculum. Si bien las autocandidaturas son una opción interesante, tenemos que conocer las posibilidades reales que tenemos para que nuestro curriculum no termine en el fondo de un cajón.
2) Enviar mi candidatura a ofertas que se adapten a mi perfil. Es decir, si yo soy administrativo, no tengo que enviar mi candidatura a una oferta de fontanero. Creer que por enviar el curriculum vamos a tener opciones como si comprásemos una participación para el sorteo de Navidad, es estar equivocados.
3) Hacer un curriculum para cada oferta. Tenemos que adaptar nuestro curriculum para el puesto en concreto que solicita la empresa. La mayoría de nosotros acumula seguramente experiencias en varios ámbitos y sectores profesionales, pero no todos resultan interesantes para una empresa. Si somos abogados y de jóvenes trabajamos en una tienda de dependientes de fontanería, no es necesario ponerlo, a la empresa no le interesa. Pero si vamos a optar a un puesto de administrativo de una empresa de suministros industriales, a lo mejor sí que es interesante ponerlo para demostrar que conocemos el sector. Tenemos, por tanto, que ver qué hay en nuestro curriculum que añada valor a nuestra candidatura.
4) No enviar todos los curriculums con el mismo formato sin cuidar a quién se envían y haciendo mailings masivos (spam). Está claro que es mucho más cómodo, pero utilizar la fórmula Estimado/a Sr/a de Recursos Humanos, lo único que hará es que el receptor interprete que no nos hemos tomado la molestia en conocer a la empresa (y mucho menos a él), y si nosotros que tenemos interés en ellos no lo hacemos, ¿por qué pretender que ellos lo tengan en nosotros? Dedicar tiempo a averiguar cuál es el nombre y apellidos de la persona a la que vamos a enviar nuestra candidatura (incluso llamando por teléfono) nos hará ganar en credibilidad.
5) Mandar curriculums sin carta de presentación ni asunto en el email. Todos los días recibo (sorprendentemente) mensajes de personas que me envían un curriculum sin añadir nada más, a los cuales contesto explicándoles que yo poco puedo hacer con su curriculum, ya que aunque trabaje en el SERVEF, la forma de acceder a las ofertas de empleo es inscribiéndose a través de la página web. Dudo mucho que las empresas dediquen tiempo (y el tiempo es dinero) en contestar a este tipo de correos.
En definitiva, se trataría como me dice un amigo mío, de “ajustar el tiro para acertar, y no de disparar porque sí”.
Todos estos consejos no son míos, son los que a lo largo de los años me han ido proporcionando los propios usuarios a los que he atendido, y los cuales, a través de su propia experiencia, me han dado algunas de las claves que aquí he recogido y que espero sean de utilidad para otras personas en su misma situación.