Si eres emprendedor o emprendedora, sabrás que desde que tienes una idea de negocio hasta que la pones en marcha pueden pasar varios meses (o años).
Y que desde que pones en marcha tu idea, plasmada ya en un modelo de negocio con demanda, también van a pasar varios meses (mejor años) para que llegues al punto de equilibrio.
Por el camino vas a vivir (y después también, aunque quizá no tan pronunciado) una auténtica montaña rusa de emociones y sentimientos que removerán tu mente para empujarte a tomar decisiones y comportamientos varios.
Un día tienes la sensación de que vas a triunfar rotundamente y al día siguiente tienes la sensación de que vas a fracasar estrepitosamente.
¿Qué ha ocurrido por medio? Que tus emociones y sentimientos han modulado tu pensamiento, percepción, memoria y lenguaje, impulsándote a tomar acción en uno u otro sentido según fuera más o menos agradable tu sensación.
De manera que un día te dan ganas de “cerrar el chiringuito” y ponerte a buscar trabajo por cuenta ajena, y al día siguiente tienes la sensación de que vas a comerte el mundo con tu proyecto.
Fíjate en la conversación que tenía “un amigo mío” que quería ser emprendedor, con “un genio imaginario que sale de un smartphone”:
“… -Cuando llevas a la práctica los conocimientos adquiridos es también el momento en el que empiezan a surgir más obstáculos –dijo el Genio
-¿Qué tipo de obstáculos?, -preguntó ávidamente mi amigo.
-Pues de dos tipos -contestó el Genio, -el primero será entrar en lo que muchos denominan “zona de pánico”. Y es que los humanos tenéis, habitualmente, mucho miedo a dar el paso desde lo que sabéis (teoría), a hacer algo con lo que sabéis (práctica).
-Por eso una gran mayoría de personas nunca empieza a hacer cosas poniendo la excusa de no estar todavía bien preparada, de no ser el momento o no darse las circunstancias más propicias.
-En realidad, se trata de miedo a no saber hacerlo, a equivocarse o a la incertidumbre del resultado, buscando en vano una perfección, control o seguridad que no existe y nunca llegará.
-No entiendo, -dijo mi amigo -pienso que si tienes muchos conocimientos debe resultar fácil hacer cosas con ellos.
-Sí, eso piensa la mayoría de personas y por eso muchos no paran de formarse aunque ya tengan mucha formación, creyendo que así podrán acceder mejor al mercado de trabajo o tener más éxito en su negocio.
Lo que ocurre es que “de la inspiración a la transpiración” existe un abismo que produce ese miedo que te decía antes.
En Escuelas y Universidades os transmiten muchos conocimientos teóricos, habláis de casos prácticos y hacéis ejercicios simulados, incluso “prácticas en empresa”, pero que poco tienen que ver con vivir la experiencia de andar uno mismo sobre el terreno en el día a día.
No os enseñan a percibir, usar y regular vuestras emociones a través de experiencias reales. –contestó el Genio, con contundencia.
-Y ese autoconocimiento para comprender tu mundo emocional, -siguió aclarando el Genio, -es esencial para conseguir tus objetivos, porque los resultados tardarán en llegar, empezando a surgir pensamientos y sentimientos “negativos” que tratarán de empujarte hacia el abandono de la puesta en práctica de tus objetivos.
Y manejar eso, amigo mío, no es cuestión de conocimientos ni de lógica, es cuestión de inteligencia emocional.
Esta es la base del resultado positivo, gestionar inteligentemente las emociones que te irán “asaltando” mientras tratas de lanzar tu proyecto y hacerlo funcionar correctamente para que genere suficientes ingresos.
-Aquí es donde te ayudará de forma vital “el fulcro de la palanca del éxito”.
Si has hecho un buen trabajo conociendo tus emociones y creencias, ahora serás capaz de manejar con mayor eficacia esos pensamientos y sentimientos desalentadores que, inevitablemente, vivenciáis los humanos –dijo el Genio, a modo de conclusión.
-Entonces, -quiso preguntar mi amigo, -¿quieres decir que el principal obstáculo para conseguir mi éxito está dentro de mí?
Y no nos confundamos, para que nuestro proyecto emprendedor tenga éxito es necesario aterrizar la idea en un modelo de negocio, tener una estrategia, una visión, un plan de acción, fuente financiera, etc.
Pero este, digamos que es un trabajo exterior necesario. La parte lógica o racional de mi proyecto.
Lo que ocurre es que los resultados no suelen llegar con la inmediatez que esperamos o necesitamos, y ahí empezarán a “acampar a sus anchas” si las dejamos, las emociones.
Si no incluimos la inteligencia emocional entre las competencias necesarias para ser un emprendedor de éxito, sufriremos ansiedades innecesarias que nos podrían llevar a echar a perder el proyecto o incluso a enfermar.
¿Y tú, ya le has dado a esta habilidad la prioridad que merece?
Post inspirado en un pasaje del libro “La Palanca del Éxito, SL. Activa tu inteligencia emocional y relánzate”.
Editorial Kolima, 2016.
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FUENTE: LA PALANCA DEL ÉXITO @juanpsanchez