En el último seminario de orientación al que acudí, estuvimos hablando sobre los aspectos positivos y negativos de los jóvenes en su búsqueda de empleo. Del debate que se originó y de las diferentes opiniones comenzó la reflexión para este post.
Orientar a jóvenes en su desafío laboral es algo complicado en estos momentos. Los orientadores somos los agentes de cambio, los potenciadores para que estos jóvenes que buscan su primer empleo y desarrollarse a nivel profesional, obtengan el resultado esperado. “Juventud, divino tesoro”, decía Rubén Darío, pero realmente ¿qué pensamos de ellos? Por un lado tenemos jóvenes muy preparados, y por otro lado la “generación NiNi, aquellos que parece que ni quieren trabajar, ni estudiar, ni hacer nada.
Trabajar como orientador con jóvenes (NiNis o Preparados por igual) a veces quema, porque cuando se sientan frente a ti se percibe la decepción general que sienten ante la posibilidad de encontrar un trabajo, y la falta de motivación traspasa la mesa que nos separa, para demostrarnos que en realidad nuestros jóvenes se sienten muy perdidos y sin esperanza en cuanto a su futuro profesional. Los jóvenes se encuentran como antiguamente los navegantes en alta mar, en medio de un mar abierto, lleno de posibilidades sin saber qué dirección tomar, ni a dónde quieren o pueden llegar. Como orientadores debemos ser como una brújula, y que nuestros jóvenes nos usen para determinar el rumbo que quieren seguir para trabajar. Mostrarles la rosa de los vientos que les sirva de guía para calcular todas las posibles direcciones, y que así decidan dónde está su norte.
Si conseguimos conectar con es@ joven que viene a orientación y crear feeling en la relación, podemos poner a su alcance los recursos de los que dispone, las oportunidades que puede aprovechar, así como mostrarle las habilidades que tiene que desarrollar, y que descubra por sí mism@ sus aspiraciones profesionales y de vida. Nuestros jóvenes tienen grandes cualidades que olvidamos a menudo. Y muchas de esas cualidades son extraordinariamente positivas. Ellos tienen la energía, el entusiasmo, la ilusión, las ganas que a otras personas les falta. Los jóvenes además son flexibles, moldeables, se adaptan a las circunstancias, porque aún tienen una gran capacidad de aprendizaje. Son creativos, conocen el mundo tecnológico, manejan las redes sociales, tienen curiosidad y, sobre todo, tienen tiempo y disponibilidad para aprender. Solo necesitan una brújula para hacer un buen uso de todas esas cualidades positivas, validarlas y hacerse polivalentes.
Hacer un ejercicio de introspección sobre qué pensamos de nuestros jóvenes es una tarea imprescindible para oxigenar los prejuicios que todos tenemos, por mucho que nos empeñemos en decir que no es así. Si queremos ofrecer el mejor servicio como orientadores, debemos reconvertir las posibles ideas negativas sobre ellos en positivas. Es una buena forma de evaluar nuestra profesionalidad y sanear así las propias expectativas que de ellos tenemos y que se transmiten en el proceso de orientación.
El mercado laboral actual es exigente, complejo y cambiante. Y el nivel formativo no garantiza que se encuentre trabajo con facilidad, y menos aún si con 23 años no se tiene experiencia laboral del título académico que se refleja en el CV. El joven de hoy se enfrenta a una situación de incertidumbre considerable que no sabe cómo abordar. Se sienten desmoralizados y apáticos, se frustran con facilidad, y eso les hace ser vulnerables y frágiles. Aquí es donde debemos utilizar todo nuestro magnetismo como orientadores, y hacer de esa expresión de malestar, el impulso necesario para levantarlos y conseguir que luchen por sus sueños.
En muchos casos no solo se trata de darle consejos para mejorar su CV e informarle de los programas de empleo para jóvenes y de los planes de garantía juvenil, de las ofertas de empleo sin experiencia previa… sino también de brindarle todo el apoyo para que se atreva a trabajar fuera y salir al extranjero, emprender su propia línea de negocio, promocionarse a nivel personal ofreciendo los servicios que es capaz de desempeñar, idear un proyecto, utilizar de forma eficaz los contactos, o realizar algún voluntariado en el que podrá obtener la experiencia con la que no cuenta. Se trata de ponerles en movimiento.
Aunque a veces se pierde el sentido de nuestra misión, y funcionamos en modo automático, como el GPS que nos da las indicaciones fijadas para llegar a una determinada dirección, y seguimos dichas señas sin prestar atención a otras señales que están a simple vista. Es necesario, más escuchar a es@ joven, empatizar conectar y establecer un lazo de comunicación positivo, mejorar su empleabilidad, descubrir sus aspiraciones y actuar en base a ellas. Dar aire fresco a nuestras ideas, aportar novedad, ser abiertos y optimistas con la juventud, para que puedan utilizarnos como una brújula, el mejor instrumento de orientación creado para navegar con sentido.
“Lo que en la juventud se aprende, toda la vida dura. (Francisco de Quevedo)”
fuente: http://www.lanuevarutadelempleo.com/node/6424