El progreso tecnológico parece imparable, así que más vale que empresas y trabajadores se adapten a él cuanto antes. Esta es la principal idea que se desprende de El desempleo tecnológico, un estudio elaborado por Carles Canals, periodista y profesor de OBS Business School.
Las cifras hablan por sí solas. Si a finales de 2016 funcionaban 1,8 millones de robots industriales, la International Federation of Robotics estima que el número alcanzará los 3 millones a finales de 2020. En España, se calcula que existen 150 unidades por cada 10.000 trabajadores; y los más de 3.000 que se instalaron en 2016 fueron a parar al sector de la automoción (48%), el metal (19%) y alimentación y bebidas (13%).
Ahora bien, no todo está tan claro. Algunos consideran que la Inteligencia Artificial amplificará las capacidades humanas, mientras que otros consideran que las máquinas siempre carecerán de emociones, intuición o conciencia, por lo que nunca peligrarán los puestos de trabajo en que se desarrollen estas capacidades.
Empleos en riesgo y con potencial
Tras analizar diversas fuentes, el autor del informe considera que los empleos con mayor riesgo son los de televendedores, atenció presencial al cliente, contables, secretarios, empleados de banca, recepcionistas, etc. (ver tabla):
Fuente: OBS Business School, El desempleo tecnológico, 2018.
Al mismo tiempo, los avances tecnológicos comportan un aumento de la calidad de vida, lo que se traduce en un aumento de la demanda de profesionales del ámbito de la Salud y Sanidad como asistentes sanitarios, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, enfermeros, psicólogos, dentistas, etc. El cuidado personal, vinculado a actividades como peluquería y diseño de moda, también pueden tener un futuro prometedor en un mundo hipertecnológico.
Todavía está por aclarar si se generarán más empleos de los que se perderán, aunque sí parece claro que se crearán nuevos puestos de trabajo. Es más, un informe del Institute for the Future for Dell Tecnologies advierte que el 85% de los empleos no se ha inventado todavía.
Además, advierte el autor, el proceso de automatización varía en función de cada país. El Informe sobre el desarrollo mundial 2016: dividendos digitales del Banco Mundial señala que los países en desarrollo se verán más afectados por la tecnología que los desarrollados, en parte porque estos últimos ya han sufrido la desaparición de algunos empleos. Ahora bien, también parece consensuado que en los países más avanzados se pagan mejores salarios y, por tanto, existen «más incentivos para sustituir el trabajo de personas por máquinas», advierte McKinsey Global Institute. En todo caso, algunas voces ya alertan de las diferencias sociales que se podrían generar entre trabajadores de alta cualificación y baja formación.
Dos actitudes ante el cambio: Amazon y Blockbuster
Dos casos reales ayudan a entender la importancia de la formación para empresas y trabajadores.
Amazon comenzó a incorporar robots a sus almacenes en 2014. A finales de 2017 contaba con 100.000. Así reduce el tiempo que sus empleados invierten caminando y gana espacio. Lo ha hecho sin despedir a ningún empleado. Las personas que apilaban contenedores se han convertido en operadores de robots y han asumido otras tareas gracias a la formación impartida por la empresa. Y no para de innovar. Esta misma semana ha abierto Amazon Go, una tienda automática en Seattle (Estados Unidos), donde ya no trabaja personal de atención al público. La empresa americana se ha defendido de las críticas aduciendo que, en lugar de cajeros, cuenta con más empleados reponiendo productos y preparando comidas.
A Blockbuster, la empresa dedicada al alquiler de películas y videojuegos a través de tiendas físicas, servicios por correo y vídeo bajo demanda, no le fue tan bien. No anticipó la llegada de Netflix, la distribuidora digital de contenidos multimedia, por lo que tampoco se adaptó a tiempo ni pudo formar a sus empleados para ello. Quebró en 2010 y desapareció en 2014.
¿Conclusión? «Para bien y para mal, las nuevas tecnologías seguirán influyendo en nuestras vidas. Pero estudiantes, empleados, directivos y accionistas de empresa y responsables políticos pueden tomar medidas para maximizar los efectos positivos y disminuir los negativos». La educación y la formación son claves, añade el autor de El desempleo tecnológico, quien aboga por una mayor colaboración ente centros educativos y empresas. Y, a nivel personal, resulta «imprescindible mantener una actitud de apertura y adaptación al cambio«.