Van quedando menos pretextos para aquellos que se enquistan en estilos de vida sedentarios. Nuevas líneas de investigación abren ventanas de oportunidades para todos, incluso en aquellos casos en que el sobrepeso pueda ser causa de desaliento.
Existe un grupo de personas, todos conocemos a alguien, que intentan perder peso por todos los medios y aplican un esfuerzo importante en intentarlo pero no lo consiguen. Otros no disponen del tiempo, están demasiado ocupados, sus responsabilidades están muy por encima de los posibles y les abruman, impidiéndoles concentrarse en la salud personal, el estado físico, el bienestar emocional. Y todavía existe otro grupo aquejado de algún tipo de dolencia que les afecta en su equilibrio hormonal, arrastrándoles a un sobrepeso de difícil control. Todos ellos son personas que deben convivir quizá antes que luchar contra el exceso de peso.
En un estudio realizado en distintos países del mundo con una muestra de población nada menos que de 650.000 personas mayores de 40 años, se ha efectuado un seguimiento de los participantes y su evolución midiendo la dedicación al ejercicio físico en minutos semanales y la mortalidad. Sorprendentemente, se ha comprobado que la obesidad no impide en modo alguno la mejora de los parámetros básicos de salud para trazarnos un horizonte de mayor esperanza de vida. Los resultados se han medido en años de vida, la capacidad de alargar la esperanza de vida medida en años.
Paseo semanal
La realización de un mínimo ejercicio suave, un paseo tranquilo caminando a paso de buen ritmo pero sin correr, equivalente a unos 75 minutos por semana, puede añadir ya 1,8 años de longevidad personas obesas (IMC 30-35). Por tanto, no se lo ponen difícil. Hay que contar que aquí se mide solamente el efecto del ejercicio físico. Si se le añade cualquier otro efecto beneficioso para la salud (reducción de estrés, dieta saludable, eliminación de hábitos tóxicos…) el efecto que podemos conseguir es sumatorio, acumulativo, aunque persista la obesidad.
Algo más que un paseo semanal
Supongamos ahora que nos guiamos por la recomendación de la OMS, que aconseja un mínimo de 150 minutos semanales y la doblamos, es decir, ya no pensamos en una actividad física puntual sino en un ejercicio habitual que suma 300 minutos al total de la semana. Con ello conseguiremos, aun persistiendo la obesidad, una mejora de 3,4 años en nuestra esperanza de vida, y si superamos este umbral ya nos encontramos en la franja de los 4,2 años de promedio. Realmente alentador, la obesidad no representa, pues, un obstáculo para hacer propósitos en la mejora de los estilos de vida.
Los que se quedan en casa
Pues estos reciben un serio toque de atención. Aunque se trate de personas con IMC normal, sin sobrepeso, si no realizan ejercicio habitual reciben una penalización similar a aquellos que tienen sobrepeso. La estimación no es poca cosa, 4,7 años menos en su horizonte personal de esperanza de vida. Para comparar, recordemos que para un fumador de muchos años la “penalización” es aproximadamente de 10 años. Para pensárselo.
Vamos a tomarnos estas cifras como lo que son, unas estadísticas, y, por tanto, sujetas a las leyes de la probabilidad. Que un hecho sea poco probable, no significa que no vaya a suceder, y a la inversa, tampoco es imposible que al final no suceda lo que las estadísticas dan como hecho más probable, casi a modo de predicción. Sin embargo algo importante hay que añadir y que no contemplan las estadísticas: la calidad de vida. El ejercicio físico no solo alarga la vida en cantidad de años, sino que aumenta la calidad, algo difícil de medir: estado de ánimo, de salud, equilibrio emocional, reducción de estrés, equilibrio personal… para pensárselo.
El estudio se publicó en 2012 en PLOS MEDICINE y recoge datos de un seguimiento medio entorno a los 10 años, efectuado en Suecia y EUA.
fuente: http://prevenblog.com/y-si-a-pesar-de-todo-tengo-sobrepeso/