Evidencias cientificas ponen el acento en determinados riesgos laborales.
El cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. En España, según la Asociación Española Contra el Cáncer, se diagnostican cada año alrededor de 22.000 nuevos casos de cáncer de mama. La incidencia del cáncer de mama supone más del 20% de los nuevos casos de cáncer que se diagnostican a mujeres. La Sociedad Española de Oncología Médica aporta datos preocupantes: el cáncer de mama es el tipo de cáncer más frecuente si se considera solo a las mujeres y el cuarto más frecuente si se considera al conjunto de la población.
Hay que responder a la cuestión de si contraer un cáncer es cuestión de mala suerte (herencia genética) o existen causas ambientales identificables, sobre las que se puede actuar. Responder a esta pregunta resulta muy importante a la hora de decidir en qué sentido se deben concentrar los mayores esfuerzos públicos: en encontrar nuevas terapias o en identificar y controlar las causas. Esta pregunta ha encendido un animado debate entre investigadores, del cual nos hacemos eco por su importancia para nuestra labor como delegados de prevención, como trabajadores y como ciudadanos.
Los factores ambientales
El papel de los factores ambientales en la causa del cáncer, entre los que tiene un gran peso el medio ambiente laboral, está ampliamente reconocido. Aunque el factor ambiental está modulado por factores genéticos, de estilo de vida y desigualdades sociales, hay que tomar en cuenta que los datos indican que la mayor parte de los casos de cáncer de mama están apareciendo en mujeres sin historia familiar de este tipo de cáncer. Este dato indicaría que actuar sobre los factores ambientales resulta una oportunidad, pues son más fáciles de identificar y modificar que los factores genéticos.
Sin embargo, el paradigma epidemiológico que guía las políticas públicas y la investigación sigue enfocado firmemente sobre los estilos de vida de las personas, sobre su genética y sobre las opciones de tratamiento disponibles. Además, hasta muy recientemente, los riesgos laborales que afectan a las mujeres permanecieron casi invisibles por la escasez de estudios enfocados a las exposiciones de estas y/o porque los estudios no eran adecuados –todo ello a pesar de la importancia numérica de la participación femenina en la fuerza de trabajo–. Esta carencia responde a la ausencia de perspectiva de género en la investigación, hecho que se ha venido denunciando desde hace más de una década por sus efectos sobre la salud de las mujeres.
Recientemente, la Asociación Americana de Salud Pública se pronunció decididamente acerca de la importancia de fortalecer la prevención del cáncer de mama. Llega a esta conclusión por dos vías: por una parte, por la evidencia científica acumulada que vincula el cáncer de mama con las exposiciones ocupacionales y con otros factores ambientales. Por otra, por la evidencia que muestra que eliminar riesgos es una estrategia de salud pública muy fundamentada y efectiva en la reducción de la incidencia y la mortalidad por cáncer, y que además resulta más barata que otros enfoques.
Exposiciones laborales para el cáncer de mama
Los datos disponibles que subrayan la importancia de la prevención en los lugares de trabajo para reducir la incidencia del cáncer de mama, son suficientemente evidentes para que se adopten medidas preventivas en relación a la exposición a químicos y la organización del trabajo.
Productos químicos. Durante los últimos años se han identificado como posibles cancerígenos productos químicos que son utilizados comúnmente en el trabajo, ya que se ha comprobado que inducen tumores de mama en animales de laboratorio. En particular, se ha señalado el papel de las sustancias químicas que imitan a las hormonas reproductivas (disruptores endocrinos) en relación a las elevadas tasas de cáncer de mama. Tanto la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea como la Sociedad de Endocrinología han publicado informes categóricos sobre el papel de este tipo de sustancias.
Esta última asociación ha expresado su sospecha de que el importante incremento de la incidencia del cáncer de mama en el mundo industrializado durante los últimos 50 años se puede deber a la utilización de químicos “hormonalmente activos”. Por otra parte, señala que no hay que olvidar que, además de las exposiciones directas de los trabajadores, todo lo que se utiliza o se produce en los lugares de trabajo y en las actividades laborales pasa a ser fuente de la contaminación y la exposición ambiental, por lo que dichos contaminantes llegan a los trabajadores otra vez, a través del agua, la comida y el aire. Los trabajadores y sus familias, que muchas veces viven en los entornos industriales que utilizan sustancias peligrosas, se ven especialmente expuestos. La protección de la salud de los trabajadores, por tanto, tiene que enfocarse a todo el ciclo de producción de bienes y servicios.
Por su parte, la Asociación Americana de Salud Pública llama a aplicar en este área el principio de precaución, prin cipio adoptado ya por la Unión Europea para sus políticas. Este principio supone que cuando hay indicios que señalan que existe un peligro, hay que proceder a aplicar una política de prevención primaria, sin tener que esperar a acumular previamente una total certidumbre científica. Eliminar lo peligroso es una estrategia de salud pública bien fundamentada. Y hay evidencia de que la prevención primaria de los peligros ocupacionales y ambientales relacionados con el cáncer reduce la incidencia y la mortalidad por cáncer, además de ser una estrategia que compensa mucho económicamente.
La organización del trabajo. Hay estudios que señalan que el cáncer de mama puede estar relacionado con el trabajo nocturno. De hecho, en 2007 las evidencias llevaron a la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) a pronunciarse sobre esta asociación como probable. Se fundamenta en la alteración de los ritmos circadianos que se produciría en el trabajo nocturno. Este factor, que cada vez afecta a una mayor proporción de trabajadores en todo el mundo, afecta de manera desigual no solo a distintas ocupaciones, sino también a distintos colectivos sociales.
Además hay investigaciones que señalan el posible papel en el cáncer de mama de exposiciones laborales en la industria eléctrica, textil, papel y fabricación de caucho.
Para concluir, podemos afirmar que la prevención es fundamental para reducir la enorme y creciente prevalencia del cáncer de mama. Una vez que ha quedado establecida su asociación con los factores ambientales, las autoridades han de promover la prevención, en particular en el medio laboral, para reducir las exposiciones a los agentes identificados como relacionados, especialmente los disruptores endocrinos.
Desde la salud pública, las autoridades han de poner en marcha una auténtica vigilancia de las exposiciones en el trabajo. Además deben promover investigaciones innovadoras acerca de los factores laborales que están detrás del cáncer de mama. Para ello es necesario que las agencias que financien investigaciones, que consideran los sesgos de género y de clase social, dejen de ignorar o minimizar el papel de los factores ocupacionales.
FUENTE: http://www.istas.net/