Arquitectos de nuevas realidades o científicos de datos formarán parte de una economía que tendrá que reinventarse para adaptarse a los cambios.
Los empleos en talleres, transporte, fábricas o de atención al cliente son algunos de los más vulnerables de cara a la automatización. Cuando convivamos con los robots, serán los primeros que nos roben: ya se están probando asistentes robotizados y planeando tiendas autónomas, como la de Amazon Go. Ante esta situación se plantean dos opciones que, según los expertos, deberían integrarse: orientar a las empresas hacia otros modelos de negocio y adaptarse y formarse para nuevos empleos que ya empiezan a formar parte de nuestro día a día.
Teniendo en cuenta la destrucción de trabajos tradicionales que traerá la cuarta revolución industrial, el primer instinto es ayudar a los empleados a encontrar nuevos puestos. Pero varios expertos apuntan a que esta no es la concepción idónea, o al menos no es la más completa. «También necesitamos conseguir que las empresas cambien hacia mercados centrados en los servicios humanos y adoptar nuevos modelos de negocio que permitan que los empleados, clientes y comunidades puedan beneficiarse del cambio tecnológico», así de claro lo tiene Darlene Damm, encargada de iniciativas de innovación de la Universidad de California.
Una de las formas que estos expertos proponen para reestructurar la economía es que las empresas concedan acciones a los empleados, algo que muchas de las compañías más innovadoras del mundo ya hacen. Esta práctica ayuda a incentivar a los trabajadores y ofrece un amortiguador contra las desventajas que puede producir el desempleo tecnológico. Varias empresas, como Chobani y Starbucks, están liderando el camino para demostrar que este modelo puede funcionar. En 2016, Chobani entregó el 10% de su empresa a sus empleados. Recibieron acciones por valor de unos 134.000 euros cada una. Este tipo de enfoque les ayuda a prepararse por si acaban sustituyéndolos por robots: les transfiere más riqueza y aumenta su seguridad económica. Es particularmente valioso si una empresa planea automatizar sus puestos de trabajo.
Si un empleado tiene acciones en una empresa y es reemplazado por una máquina, en realidad puede beneficiarse de que el robot tome su trabajo y lo haga mejor, porque el valor de sus acciones aumentará a medida que la empresa tenga más éxito. Damm lo explica a través de Uber: «Si la empresa cediese acciones a sus conductores humanos y en varios años se convirtiese en una compañía de coches autónomos, sus antiguos conductores obtendrían ganancias financieras. Esta opción permite que los trabajadores se conviertan en futuros propietarios y beneficiarios de los robots que los reemplazan».
Otra opción es crear negocios win-win, que permiten a sus clientes generar ingresos al consumir servicios. Por ejemplo, Tesla planea dejar que sus clientes alquilen sus vehículos para ganar dinero extra. Y quienes hayan comprado placas solares podrán vender energía de vuelta a las redes eléctricas. «A medida que estos modelos de negocio se expandan y se integren, ayudarán a crear una economía que genere un pastel más grande para todos y a minimizar el impacto de la destrucción de empleos provocada por los robots».
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Los nuevos profesionales dentro de estos modelos de negocio
A medida que agregamos más tecnología a nuestras vidas, no podemos olvidar seguir invirtiendo en nuestro potencial humano. Según explica Silvia Leal, asesora de la Comisión Europea en competencias digitales, hay una lista de profesiones del futuro que no debemos perder de vista. Muchas están orientadas a la salud: el diseñador de órganos será un médico con conocimientos en bioimpresión 3D que ayudará a reducir las listas de trasplantes, el terapeuta de empatía artificial se servirá de la robotización para ayudar a personas con necesidades especiales y el protésico robótico diseñará exoesqueletos mecánicos que puedan controlarse con la mente. Otro, que se antoja mucho más cercano, como el abogado especializado en drones y ciberseguridad. Completan el círculo los analista y programadores del Internet de las cosas, los arquitectos de nuevas realidades (como la virtual) y los científicos y analistas de datos.
Pero, ¿qué hay que estudiar para ser, por ejemplo, arquitecto de nuevas realidades? No hay una carrera y, si ese fuera tu sueño ahora mismo, seguramente no sabrías ni por dónde empezar. Quizá el error esté en pensar que hace falta estudiar una carrera para todo. Javier Ordóñez, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, asegura que el futuro será de la gente con formación flexible y que pueda adaptarse con facilidad a los cambios. «Esta transición no va a ser fácil pero será imparable» asegura. Ordóñez aboga por que los profesionales sean versátiles en lugar de estar especializados: los robots que lleguen ya serán los mejores en hacer lo que hagan.
La universidad tendrá que cambiar y adaptarse a las demandas sociales, pero no para convertirse en una «máquina expendedora de personas especializadas, sino para crear plataformas en las que las personas puedan reciclarse en profesiones punteras». Ordóñez no termina de ver la idea de crear carreras especializadas para puestos que durante cinco años necesiten a especialistas y después desaparezca la demanda, para eso en concreto aboga por la formación profesional de calidad.
Fuentes: M. Victoria S. Nadal /elpais.com – APRODEL CLM