Los cursos gratuitos y abiertos, en principio pensados para atraer a estudiantes ajenos a los centros, se han convertido en una herramienta para impulsar nuevas metodologías en la enseñanza convencional

En los 20 años que Pedro García lleva dando clase en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), este catedrático de Historia Moderna calcula que por su aula habrán pasado unos 800 alumnos. Con todos ellos ha utilizado el mismo hilo conductor: la figura de Don Quijote. El hidalgo más famoso de la literatura universal le ha servido para explicar la España del Siglo de Oro en el aula y, desde hace cuatro años, también en Internet. En 2014 adaptó sus clases para convertirlas en un MOOC, un curso masivo, gratuito y online que permite a alumnos de todo el mundo aprender en siete semanas las claves de la historia de España en los siglos XVI y XVII. Pero si por su aula física han pasado 800 estudiantes, por la virtual ya van más de 8.000. Los MOOC han abierto una puerta al exterior para las universidades españolas, pero también se han convertido en motor de innovación educativa para la enseñanza convencional que se imparte dentro del aula.

Como Pedro García, son muchos los profesores que se han lanzado a la aventura de condensar su conocimiento en píldoras cortas pensadas para cualquiera que quiera aprender: no importa ni su procedencia, ni su idioma ni lo que sepa de antemano. Los MOOC comenzaron a ganar popularidad hace apenas seis años. Entonces la intención era aprovechar la tecnología para avanzar en el camino hacia el conocimiento universal. Plataformas como CourseraedX y Udacity (que cuentan con el respaldo de universidades tan prestigiosas como Harvard y Stanford) sirven de conexión entre estudiantes de todo el mundo ávidos de sumar más conocimientos y universidades que quieren abrir sus puertas al mundo virtual.

“Los MOOC nos permiten darnos a conocer. Son una forma estupenda para que personas de fuera de la universidad nos conozcan”, explica Germán Montoro, delegado del rector para Tecnologías de la Educación de la UAM. La Autónoma de Madrid es, junto con la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y la Politécnica de Valencia (UPV), uno de los tres centros españoles con presencia en edX; juntos suman una oferta de casi un centenar de cursos. Y en Coursera alojan sus contenidos la Universidad de Barcelona y la Autónoma de Barcelona, así como las escuelas de negocios IE y ESADE (46 cursos en total).

La universidad española, en especial la pública, se sumó con fuerza a la revolución de los MOOC desde el principio. Según un estudio de la cátedra Telefónica-Universidad Pompeu Fabra Social Innovation in Education, en 2013 eran ya 80 centros los que creaban contenidos gratuitos (la oferta superaba a la del resto de países europeos, incluido Reino Unido); desde entonces, el fenómeno ha explotado. Pero lo que comenzó como un recurso para darse a conocer, casi como una herramienta de marketing para captar nuevos alumnos, se ha convertido en un motor de innovación educativa dentro de las propias universidades. Los mismos profesores que dedican horas a crear cursos gratuitos utilizan después esos contenidos en sus clases presenciales, a veces como mero apoyo y otras para cambiar por completo su forma de enseñar.

“Los MOOC son una herramienta de transformación digital hacia dentro”, apunta Carlos Delgado Kloos, vicerrector de Estrategia y Educación Digital de la Carlos III. “Se trata de mover al profesorado hacia nuevas formas de hacer. Tener este impulso desde fuera es muy valioso”. El objetivo es motivar a los docentes para que comiencen a aplicar las nuevas tecnologías, primero fuera pero después también dentro del aula, en un camino de ida y vuelta.

APRENDER CÓMO SE APRENDE

Los miles de alumnos que pueden llegar a cursar un MOOC en cualquiera de sus ediciones dejan una huella valiosa: la de los datos. Plataformas como Coursera y edX recopilan información al detalle sobre cómo aprenden los estudiantes. Se puede, por ejemplo, saber segundo a segundo cuántas personas han visto un vídeo y cuántas han vuelto atrás para volver a visualizar un fragmento concreto, señal inequívoca de que esa parte de la explicación no se ha entendido.

“Aprendemos cómo se aprende. Es información muy íntima de lo que ocurre en la cabeza de los estudiantes”, afirma Carlos Delgado Kloos, de la Carlos III. “Tenemos mucha información, lo difícil ahora es procesarla y extraer conocimiento de ello”. Todas las universidades se enfrentan al mismo reto. En el equipo de la Autónoma de Madrid encargado de coordinar el proyecto MOOC va a incorporarse una persona solo para esta tarea. “Es lo que llamamos learning analytics”, explica Germán Montoro. “Ya hay profesores que nos han pedido esos datos, aunque anonimizados, por supuesto”.

Ello en un momento en el que la revolución digital obliga a las universidades a repensar su forma de enseñar. Ya en 2013, la Unión Europea, a través de un grupo de estudio de alto nivel para la modernización de la enseñanza superior, ponía el foco en la labor del profesor como impulsor de la innovación y recomendaba a las universidades que “ayudaran” a los docentes a “desarrollar las capacidades de enseñanza y aprendizaje a través de Internet” y que “aprovecharan las oportunidades que ofrece la tecnología para mejorar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje”. El último informe Universitic, un análisis del uso de las TIC en la enseñanza superior elaborado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), señala que el 78% de los centros españoles está en pleno proceso de abordar esa transformación digital del aprendizaje y que el 85% ha participado en alguna iniciativa MOOC.

Así, en la UAM acaban de lanzar un MOOC sobre griego clásico que se va a utilizar este año como curso cero para nivelar los conocimientos de los alumnos que están a punto de comenzar el grado. En la Carlos III, en la asignatura con más suspensos de Ingeniería Industrial han aumentado los aprobados después de que el profesor decidiera utilizar un MOOC con sus alumnos. Y en las clases de Historia Moderna de Pedro García, un tercio de los estudiantes se apunta al curso online de El Quijote, en el que los conocimientos teóricos se combinan con vídeos, música, mapas… “La labor del profesor no desaparece, pero es la mezcla de las dos cosas lo que enriquece el aprendizaje”, señala el catedrático.

La mayor evidencia del potencial de los MOOC como motor de innovación es su conexión con la docencia inversa (o flipped teaching), otra de las nuevas metodologías que se ensaya en la enseñanza superior. La técnica es sencilla: el profesor pide a sus alumnos que se preparen la teoría por su cuenta en casa, de forma que el tiempo en clase se dedica a trabajos en grupo, debates o resolución de dudas. Es ahí donde el contenido de los cursos online sirve como base para explicar la teoría, de modo que luego el profesor pueda dedicar su tiempo en el aula a interactuar con los alumnos y no a dar una clase magistral. “Se trata de no desperdiciar el tiempo tan valioso en explicaciones teóricas”, apunta Delgado Kloos.

En la Politécnica de Valencia ya aplican este método en 300 asignaturas. Es, además, la segunda universidad europea y la quinta del mundo con más alumnos inscritos en sus cursos de edX, más de un millón en 58 cursos. “La idea en todo momento ha sido abrir el conocimiento e introducir las nuevas tecnologías en la educación”, explica Ignacio Despujol, coordinador de la iniciativa MOOC en la UPV. Comenzaron en 2007 con un proyecto para que sus profesores pudieran hacer vídeos de forma fácil y barata, y ahora ya tienen unos 150 docentes involucrados en la creación de cursos MOOC y 400 en la docencia inversa, de un total de 2.400 que imparten clase en la universidad.

“Se trata de sembrar semillas, dejar que esto crezca para luego ordenar e institucionalizar. Es el futuro, la educación tiene que aprovechar la tecnología para mejorar todo aquello que se pueda mejorar”, apunta Despujol. Germán Montoro, de la UAM, habla de los MOOC como “punta de lanza” para crear una cultura de innovación en la universidad, mientras que Carlos Delgado Kloos, de la UC3M, cree que solo es el principio: “Esto no ha hecho más que empezar. Hay muchas tecnologías a la espera de estar maduras para dar otra vuelta de tuerca: inteligencia artificial, Internet de las cosas, blockchain…El objetivo es dar el siguiente salto, venga de donde venga. Pero si no das el primer paso, no puedes dar el segundo”.


AUTORA: BARBARA SANCHEZ

FUENTE: EL PAIS vía @elpais_economia

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