Muchas veces los metros cuadrados de despacho los asociamos al status, a la relevancia y al poder dentro de una Organización, pese a ello, mi sugerencia de que los profesionales de RRHH prescindamos de nuestros despachos no pretende restarle importancia a lo que hacemos.
En realidad, lo que busco es hacer una reflexión sobre el abismo que muchas veces existe entre el papel que la función de RRHH está llamada a realizar en las Organizaciones y el que muchas veces por desgracia, porque no nos dejan… o porque nosotros mismos nos lo buscamos, los profesionales de esta materia terminamos desempeñando en nuestro quehacer diario.
Podemos adornarlo y emplear todos los tecnicismos que queramos para darle más glamour pero, en el fondo, nuestra misión se podría resumir en una única frase: “Llevar a cabo exitosamente la gestión de personas dentro de la Organización para alcanzar los objetivos de negocio fijados”.
Para ello, yo diría que es imprescindible cumplir con dos deberes básicos: Entender a la organización y conocer a las personas. Sentada esta base, nuestro trabajo consistirá “únicamente” en buscar el mejor encaje posible de los elementos entre sí para contribuir a alcanzar los objetivos corporativos. Todo esto se traduce en la práctica en cosas como: atraer el talento, identificar el que tenemos dentro, desarrollarlo, alinearlo y, ¡como no!, retenerlo.
Dicho así, parece que la gestión humana en la empresa no es algo tan complicado, ¿no?. Pues ¡nada más lejos de la realidad!. En mi opinión, la cosa se complica porque las necesidades de entender a la organización y de conocer a las personas a veces no las tenemos lo suficientemente interiorizadas. Asumo que los compañeros de función pudieran molestarse conmigo por afirmar esto, pero creo que los profesionales de RRHH muchas veces no estamos sabiendo hacer bien nuestros deberes.
¿Estamos entendiendo a nuestras Organizaciones?
En mi modesta opinión, no. La causa radica en que en algunas ocasiones no estamos empleando la energía necesaria para conocer el negocio al que éstas se dedican. Y lo más preocupante de todo esto no es el no conocer, el desconocimiento es algo que se supera a base de dedicación y esfuerzo, lo realmente grave es que asumimos con humildad nuestro rol de ser función staff viniéndonos arriba en algunos momentos al afirmar que nuestra vocación es dar servicio y satisfacer al cliente interno.
Honestamente, creo que este planteamiento deberíamos desterrarlo de una vez por todas. Dar servicio al cliente interno no tiene nada malo, siempre que se conciba como un medio, pero es inadmisible concebirlo como un fin en si mismo. Servimos a la Organización, efectivamente, pero a veces nos perdemos buscando la satisfacción del cliente interno y olvidamos que el fin de nuestro trabajo es alcanzar unos objetivos que se cifran y se miden en términos de negocio.
Buena culpa de esta distancia con la realidad cotidiana del negocio la tiene nuestra tendencia a no salir del ámbito de seguridad que nos proporciona nuestro despacho. Por eso, creo que deberíamos prescindir de él, y por eso afirmo que “RRHH no tiene que tener despacho”.
Nunca seremos capaces de hacer bien nuestro trabajo sin entender las claves del negocio al que nuestra Organización se dedica, y para lograr este conocimiento debemos descender hasta la base, palpar el día a día del negocio, observarlo y sentarnos al lado de quienes se encargan de gestionarlo… y eso no lo vamos a conseguir si seguimos atrincherados en nuestro confortable despacho situado a cuatro plantas de distancia.
He escuchado a algunos compañeros de profesión afirmar que para ellos su trabajo sería igual en cualquier empresa diferenciándose únicamente por el logo de empresa que les tocase insertar en los documentos. Esta manera de ver las cosas, que personalmente no comparto, contribuye a que la función de RRHH se instale en una posición pasiva, desde la cual abdicamos de nuestra aportación en el ámbito de la decisión estratégica para dedicarnos, eso si, ¡con mucha vocación de servicio!, a ser meros ejecutores de las decisiones que otros han adoptado.
Terminamos entonces trabajando más el ámbito de gestionar las consecuencias que el ámbito de evitar las causas y de satisfacer las necesidades. Ser los receptores universales del encargo de gestionar el conflicto es algo que con frecuencia nos sucede. Llegamos así al famoso “Despídeme a este” o al “mirame a ver qué le pasa a este otro”. En definitiva, terminamos haciendo de coche escoba por no haber tenido el arrojo de meternos a desentrañar los entresijos del negocio y por no habernos “atrevido a saber”.
¿Estamos logrando conocer a las personas?
Pues, lamento mucho decirlo, pero tampoco creo que este objetivo lo estemos logrando, aunque hay que reconocer que muchas veces no lo logramos porque somos esclavos de la situación y de la coyuntura.
El principal escollo que tenemos que salvar viene aparejado a nuestra asunción de la gestión del conflicto en su integridad. La actual coyuntura económica y las medidas drásticas que en ocasiones ha habido que adoptar no han sido fáciles de asimilar para nadie. Lamentablemente, en estos momentos más que nunca la función se identifica con los recortes salariales, los despidos y el ahorro de costes y, a resultas de ello, se genera un clima de desconfianza y miedo que no favorece en nada nuestro acercamiento a las personas. A modo de anécdota, os diré que no hace mucho tuve que llamar por teléfono a una empleada para resolver una cuestión absolutamente cotidiana y al cogerme el teléfono y explicarle el motivo de mi llamada se le escapó un espontáneo “¡Que susto me has dado!”… Hay experiencias que son autoexplicativas.
Nuevamente, para conocer a las personas creo que el despacho no nos sirve de ayuda. Resulta muy paradójico pero aunque pensemos que un despacho nos aporta un entorno de privacidad que facilita la fluidez en la comunicación con el otro, en realidad el efecto que el despacho provoca es justamente el contrario.
Suele haber una regla que no falla: las Organizaciones que más despachos tienen son aquellas en las que la comunicación está peor gestionada. Es una mera cuestión de barreras físicas, se fomenta el individualismo, la jerarquización, el secretismo, el planteamiento de que información es poder… y la contrapartida natural a este fenómeno suele ser la proliferación del rumor de pasillo y del “radiomacuto”.
No conseguimos la necesaria cercanía a las personas porque muchas veces concebimos la comunicación como un mero repositorio de noticias en la intranet corporativa, noticias que, por otra parte, redactamos tímidamente en “modo funambulista”, haciendo equilibrios imposibles entre la necesidad de transmitir la información y la de evitar meternos en charcos.
Vivir fuera del despacho
La buena noticia es que, pese a la demostración de autocrítica, estoy plenamente convencida de que contamos con las herramientas y las capacidades necesarias para sobrevivir fuera del despacho, y de que creceríamos de una manera imparable si nos decidiésemos a salir, lo único que nos falta es un poco más de autoconvencimiento y de determinación.
Soy también consciente de que no basta con que el producto sea bueno, sino que además es necesario que nos lo compren, y lo mismo que hay Organizaciones donde el producto se vende solo en otras hay que recurrir a la venta a puerta fría. Así que… ¡Os deseo mucha suerte y mucho ánimo para emprender el viaje!. Nadie dijo que fuese fácil pero la meta es tan atractiva que merece la pena arriesgarse.
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FUENTE: evaamenedo.wordpress.com
Artículo extraido en: http://evaamenedo.wordpress.com/2014/09/30/rrhh-no-tiene-que-tener-despacho/