Puede que decir esto resulte obvio, pero todo proceso de selección en el que participes va a requerir por tu parte que cuides al máximo cada detalle si quieres tener éxito y ser el elegido de entre un número más o menos elevado de potenciales candidatos al puesto.

Desde la creación y presentación de tu CV hasta la entrevista o entrevistas y, con suerte, el cierre de condiciones, atravesarás una serie de fases que no debes descuidar. Cada paso que des, cada gesto por tu parte, cada palabra o cada opinión dicen mucho de ti y podrán ser tenidos en cuenta en aras de tomar la decisión final en un sentido u otro, y por tanto forman parte de la huella que dejarás en los responsables de tu devenir dentro del proceso.

En definitiva, cada detalle cuenta a tu favor o en tu contra, y es fundamental estar preparado. Uno de los momentos decisivos del proceso es, como podrás imaginar, la entrevista personal. Esta es, al fin y al cabo, el mar donde desembocan todos tus esfuerzos previos, y la antesala a lo que puede ser un ‘bienvenido a la compañía’, un ‘encantados de conocerle’ o, en el peor de los casos un ‘lo siento, pero no vuelva a intentarlo’.

La entrevista personal suele ser una fuente de estrés para mucha gente cuando lo cierto es que se trata de la fase del proceso en la que más oportunidades vas a tener para demostrar el valor que aportas y tu interés y motivación reales por la oferta. Conviene, por tanto, prepararla con antelación y cuidado. Podríamos decir, de una forma un tanto vulgar, que de la entrevista todo se aprovecha, hasta los minutos finales…

Y es a estos minutos finales a los que quiero dedicar este post. Ese momento de ‘ruegos y preguntas’ en el que el entrevistador, con mucha probabilidad, te va a ofrecer la oportunidad de hacerle las preguntas que consideres necesarias. Un momento que solemos desaprovechar y que puede sumar enteros a tu candidatura si te lo propones.

La cuestión es pasar de hacer preguntas vacías y por cumplir, a formularlas con un propósito y una intención concretos.

Toda pregunta lleva detrás un interés, una motivación, un deseo por conocer algo y por tanto, toda pregunta es un vehículo de información hacia tu interlocutor. Y es que no es lo mismo decir “me interesa mucho desarrollarme profesionalmente” que preguntar “¿Qué oportunidades de desarrollo profesional me puede ofrecer la compañía?”. Son estilos diferentes para decir lo mismo, aunque con un efecto notablemente distinto. Mientras que la primera es una fórmula directa, general y simple, la segunda es una elegante muestra de tu interés por conocer cómo funciona esa compañía en concreto y qué te aporta en determinadas cuestiones.

Hacer las preguntas adecuadas y formularlas correctamente te permitirá demostrar tus motivaciones, intereses y valores. Y te puedo asegurar que la mayoría de la gente pone el más mínimo interés en este apartado, de modo que si quieres destacar y sobresalir del resto de tus competidores, ten claro que preparar una buena batería de preguntas supone una herramienta muy valiosa y efectiva que sumará puntos a tu nota final, algo nada despreciable.

Y en este sentido, hay algunos consejos que me gustaría que tuvieras en cuenta a la hora de preparar tus preguntas:

    1. Adopta una actitud de curiosidad. No es una cuestión de pose o imagen, sino de mentalidad, de interés real y honesto. Mi intención no es que ensayes y sueltes preguntas vacías para deleite del entrevistador, sino que detrás de eso haya algo más.
    2. Escoge cuatro o cinco aspectos o valores que quieras resaltar de ti y dedica un tiempo a traducirlos a preguntas. Puedes preguntar acerca de la política de RSC que tiene la compañía si quieres mostrar tu lado más solidario, o preguntar qué opciones tienes dentro de la compañía a nivel de carrera si te esfuerzas y superas los objetivos para demostrar tu ambición y tu compromiso.
    3. Formula las preguntas de manera concreta, clara y concisa, de forma que el entrevistador las entienda y compruebe que tú también tienes claro lo que quieres.
    4. Practica delante del espejo para ver cómo suenan y determinar si te sientes cómodo/a con ellas.
    5. No te excedas y deja la puerta abierta. No conviertas la entrevista en tu particular interrogatorio. Tal vez baste con tres preguntas bien formuladas para dejar claro tu interés y no resultar excesivo. Además, conviene pedir permiso para ponerte en contacto de nuevo si te surgen nuevas inquietudes.

FUENTE: http://www.universitariocontrabajo.com/