Cuando una persona está en paro y se acumulan las facturas impagadas en su cajón lo más lógico es que acepte la primera oportunidad de empleo que surja. Igualmente, muchas personas son absolutamente infelices con su trabajo actual y el propio desencanto les empuja a cambiar ese empleo por cualquier otro sin pararse un momento a pensar en las consecuencias. Incluso, el simple hecho de que una empresa nos haga una oferta nos halaga de tal forma que el común de las personas se siente en cierto modo obligado a aceptar. Un trabajo, sin embargo, es un compromiso serio por lo general a largo plazo. Y conviene por tanto meditar bien la decisión.
Ryan Kahn, autor del bestseller ¡Contratado! (disponible hasta la fecha sólo en inglés: Hired! The Guide For The Recent Grad) propone hacerse siempre una serie de preguntas antes de aceptar un puesto de trabajo.
Evidentemente, si coges ese trabajo por urgencias económicas no te vas a parar a pensar prácticamente en ninguna de ellas. Pero esta lista de asuntos bien pueden aplicarse sin embargo, en mayor o menor medida, al resto de casos.
1. ¿Respetarán mis necesidades familiares?
Si te planteas una oferta laboral a largo plazo lo mínimo que puedes preguntarte es si esa empresa o ese jefe van a respetar una serie de condiciones personales que puedas proponer: si para ti es importante llevar o recoger a los niños del colegio ninguna empresa te podrá compensar con dinero suficiente para no hacerlo. Por supuesto hablamos en términos generales. Cualquier trabajador en su sano juicio puede entender -sobre todo según la naturaleza del trabajo- que un día en concreto tenga que renunciar a ello por cuestiones puntuales. Igualmente es conveniente saber la cantidad de viajes o el tiempo que tengas que pasar fuera de casa para asegurarte de que tu vida familiar no se resiente.
2. ¿Podré prosperar y ser feliz en este trabajo?
A fin de cuentas, vas a pasar ocho horas diarias como mínimo en ese trabajo. Por regla general, a la hora de aceptar un trabajo nos fijamos demasiado en las condiciones económicas. Y sin embargo en la mayor parte de encuestas de satisfacción laboral la mayor parte de los encuestados valoran su situación en función de otros criterios. Siempre lógicamente a partir de cubrir una serie de necesidades económicas mínimas exigibles.
3. ¿Qué dicen los demás acerca de esta empresa?
Cuando trabajas para una empresa te conviertes automáticamente en representante de esa marca. Lo que haga tu empresa condicionará por tanto inevitablemente la percepción que los demás tengan de ti. Y todos queremos sentirnos aceptados, valorados y reconocidos.
4. ¿Valorarán y podré sacar a relucir mi talento en ese puesto de trabajo concreto?
Quizás sea la empresa para la que siempre quisiste trabajar pero en ese puesto de trabajo en concreto vas a desempeñar una función que no te guste, en la que no puedes lucir lo suficiente o para lo que no estés realmente preparados. Con el tiempo la frustración hará que odies tanto tu trabajo, como la empresa que antes admirabas.
5. ¿Qué nivel de autonomía tendré?
Es fundamental que antes de aceptar el empleo sepas el nivel de autonomía que tendrás. Hay personas que constantemente necesitan que se les valore y apoye en el trabajo, que se les corrija y se les diga qué deben hacer. Otras personas en cambio precisan cierta autonomía, el grado suficiente de libertad para sentirse reconocidos, para comprender que se confía en ellos. Estas otras personas sólo necesitan que se les marquen objetivos, pero no tareas ni rutinas.
6. ¿Me gusta el jefe?
Nadie dijo nunca que tengas que ser amigos de nuestros jefes. Pero sí que es importante que lo respetes y confíes en él lo suficiente. A la postre, de sus decisiones en el trabajo depende buena parte de tu propia felicidad. Nadie quiere pasar 40 horas semanales con un jefe al que odia, ni con un equipo de trabajo en el que falte la química.
7. ¿Estaré cómodo en la oficina, el despacho o el entorno físico en el que voy a trabajar?
Lógicamente, este factor tiene una importancia menor pero teniendo en cuenta la cantidad de horas que pasamos en el puesto de trabajo quizás sea conveniente también tenerlo en cuenta. Cada vez son más habituales los entornos de trabajo abiertos y no todas las personas, por ejemplo, pueden trabajar en esas condiciones.
8. ¿Cuánto tardaré en llegar al trabajo?
Una jornada laboral de ocho horas se puede incrementar notablemente si añadimos el tiempo que tenemos que dedicar a los desplazamientos. Y no sólo se trata de una cuestión de tiempo. También de la calidad del mismo. No es lo mismo estar media hora por término medio en un atasco o buscando aparcamiento, que utilizar esos mismos 30 minutos para recorrer 60 kilómetros por una autovía poco transitada.
FUENTE: blog.infoempleo.com