Manos del monte, Matera, Atemporal, Matriarca y Mantara son marcas argentinas que dan oportunidades a productores y artesanas. Generan trabajo en zonas rurales y buscan empoderar a las familias que viven allí.

La falta de oportunidades de formación y el aislamiento que viven muchas personas de zonas rurales hacen que tengan que migrar para encontrar una forma de sustento. Para evitar que dejen sus hogares, existen organizaciones y empresas que buscan dar herramientas a estas comunidades para que se animen a emprender y no tengan que sufrir el desarraigo.

Hace tres años, María Norris se fue de Buenos Aires y eligió instalarse en una zona rural de Chaco, una provincia al norte de la Argentina. “Con mi novio, llevamos adelante una organización de la sociedad civil que se llama Monte Adentro. Allí trabajamos por el desarrollo de las comunidades rurales”, cuenta Norris.

Con el objetivo de generar un ingreso genuino para cada familia, desde la organización brindan talleres de tejido y costura, gastronomía y carpintería, fomentando el emprendimiento. Como efecto de la transmisión de estas herramientas, surgió Manos del monte, un emprendimiento de triple impacto que busca potenciar a las mujeres de comunidades rurales.

Tras capacitarse en costura y tejido, ellas diseñan, confeccionan y comercializan packaging sustentable hecho a partir de descartes textiles. El producto estrella de Manos del monte es la bolsa de tela reutilizable.

“Recolectamos los descartes textiles y los distribuimos en las distintas comunidades. Luego, las mujeres se juntan con las profesoras locales una vez por semana y trabajan sobre los productos. Una vez que los terminan, se comercializan en Buenos Aires”, cuenta Norris.

Instagram es la plataforma en la que tienen más presencia. El perfil de clientes es de mujeres emprendedoras, que buscan una solución a su packaging.

Hasta el momento, unas 200 mujeres participaron del proceso de formación y unas 60 integran la marca Manos del monte.

“Las mujeres rurales suelen quedarse en casa y tienen a cargo el cuidado de los hijos. Con esta propuesta, les ofrecemos un espacio para que puedan salir una vez por semana y tengan un espacio propio. Allí se encuentran con otras mujeres y se fortalecen tanto en el plano individual como en el comunitario”, explica Norris.

Martiniana Barbosa es profesora en uno de los parajes. Se fue a la ciudad a formarse, hizo cursos de corte y confección, y luego volvió a su comunidad para transmitir su conocimiento y enseñar a otras mujeres. Ella es parte del equipo de Manos del Monte.

La pandemia es un desafío para el emprendimiento porque el encuentro cara a cara es muy importante. “Al principio fue difícil, tuvimos que parar todo. Chaco fue una de las provincias más afectadas durante los primeros meses por el coronavirus. Al tiempo, las mujeres nos expresaron la necesidad de seguir adelante y armamos grupos reducidos de tres o cuatro mujeres para retomar la presencialidad con todos los recaudos”, dice Norris.

Internacionalizando el mate

Matera es otro emprendimiento que empodera a productores de yerba mate de la provincia argentina Misiones. La fundadora de este proyecto es Virginia Solís. Ella viajo a Estados Unidos para hacer un posgrado de emprendimiento y negocio global y allí vio que una de sus compañeras estadounidenses se sorprendía cuando la veía tomando mate, la tradicional bebida argentina.

“Junto a Lina le, mi compañera, decidimos presentar como proyecto final de posgrado la idea de traer mate de Argentina a Estados Unidos. Y el negocio tenía que generar impacto social y ambiental”, cuenta Solís.

Viajó a Misiones para conocer a los productores y la idea era hacerlos parte de Matera, reduciendo intermediarios y pagándoles un precio justo. El emprendimiento ofrece mate de pequeños y medianos productores, con yerba estacionada por más de un año y un termo con infusor. A diferencia de otros procesos de secado industrial que se realizan por tres meses o menos, los productores que trabajan con Matera estacionan la yerba naturalmente por más de un año.

El lanzamiento del emprendimiento fue en Estados Unidos en febrero de 2019. En Argentina se empezó a comercializar por redes sociales, cuando Solís volvió a vivir en Córdoba, su provincia natal a mediados de 2020.

Redes de contacto para crecer

En julio de 2017, Gerónimo Aguilar dio sus primeros pasos como emprendedor y creó una marca de lentes de sol donde trabajaba solo. El proyecto fue creciendo y para escalarlo se dio cuenta de que necesitaba crear redes.

Él vive en Rosario, una ciudad de la provincia de Santa Fe (Argentina) y pensó en relacionarse con artesanos rurales del norte de la provincia. En octubre de 2019, se conectó con la Fundación de la Bolsa de Comercio de Rosario, que ya tenía un proyecto de inclusión social en la zona. La idea original era que las artesanas y artesanos realizaran los estuches con cuero recuperado para los anteojos de sol. Y eso fue lo que hicieron durante unos meses.

“En enero de 2020 me di cuenta de que había que llevar todo el proceso productivo para allá. Así fue cómo comenzamos a armar la cadena de valor en el Paraje San Juan, en Villa Guillermina, Santa Fe. Y se conformó la cooperativa Atemporal”, cuenta Aguilar. El Paraje San Juan está compuesto por diez familias afectadas por el cierre de una fábrica.

La pandemia interrumpió las capacitaciones para que la comunidad pudiera realizar las lentes con tecnología punta. “En estos meses nos estuvimos acomodando para brindar las capacitaciones virtualmente”, dice Aguilar.

En cada etapa de la cadena de valor van a trabajar las artesanas y los artesanos rurales y egresados de escuelas técnicas que forman parte del modelo de negocio, tanto en la toma de decisiones de la empresa como en la distribución de los beneficios por cada producto vendido. De esta forma, los artesanos aplican su conocimiento en un oficio y los egresados de las escuelas técnicas no migran a las ciudades para trabajar.

Con el emprendimiento, se crean oportunidades en las comunidades y la cooperativa pone en valor el trabajo de los artesanos rurales a través de la elaboración de gafas de madera. Este año, se proyecta vender 200 anteojos por mes.

A partir del año 2000, un grupo de mujeres del monte chaqueño, al norte de Argentina empezaron a organizarse. Pasaron de una actividad individual y doméstica a una instancia de asociacionismo, con coordinación de la producción, control de calidad y comercialización.

En 2002, la Fundación Gran Chaco ayudó a profundizar este proceso. Finalmente, en 2009 se conformó la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco. A la cooperativa la acompaña una red de organizaciones, nucleadas en El Futuro Está en el Monte, plataforma de impacto colectivo que busca impulsar el desarrollo sustentable, competitivo e inclusivo de las comunidades más postergadas del Gran Chaco. Hoy la cooperativa incluye a más de 2.300 mujeres.

Antes de que comenzara la pandemia, las mujeres se juntaban para hacer la artesanía. Ahora cada una trabaja desde su casa y hacen carteras, cartucheras, monederos, sobres, caminos de mesa, cestas y tapices.

Olga Aparicio pertenece a la comunidad qom, tiene 42 años y es una de las coordinadoras de la cooperativa: “Con la pandemia no se detuvieron los encargos de nuestras artesanías. Recibimos los pedidos por correo electrónico y los repartimos entre nosotras por WhatsApp. Las mujeres qom hacemos artesanías con lana, las wichi usan el chaguar y las pilagás, el carandillo”, cuenta.  Gran parte de la producción la venden a través de la empresa social Matriarca, pero también tienen otros compradores.

Resucitando técnicas ancestrales

Carolina Pavetto al fundar Mantara se propuso rescatar técnicas ancestrales. Al viajar a la provincia de Santiago del Estero, donde sus suegros tienen un campo, comenzó a ponerse en contacto con mujeres artesanas y así nació el emprendimiento, que produce alfombras tejidas a mano en lana natural.

Hoy Mantara es fuente de ingreso para 14 familias, unas 60 personas. La condición básica para ser parte del emprendimiento es haber terminado la escuela secundaria. Allí, las artesanas cruzan las técnicas ancestrales y el diseño contemporáneo. En 2020 vendieron unas 38 alfombras.

Sofía Ruiz es la líder del equipo de artesanas de Mantara. Ella tiene ocho hijos, de los cuales cinco aprendieron a trabajar el telar. “Sofía hace diseños muy exclusivos. Es una artesana muy experimentada, que va enseñando a las nuevas generaciones la técnica desde lo más básico para que no se pierdan”, cuenta Pavetto.

Mantara se comercializa en Argentina y Estados Unidos. Uno de sus principales desafíos es acceder a nuevos mercados. “Estamos tejiendo redes para exportar a Canadá y queremos llevar nuestros productos a Europa”, dice Pavetto. Otro objetivo que se puso la emprendedora es lograr la certificación B.

Para Pavetto es muy importante generar un verdadero impacto en las comunidades rurales, pagando un precio justo a las artesanas; bancarizarlas, y capacitarlas en costos para que ellas mismas aprendan cuánto cuesta su hora de trabajo.

La emprendedora expresa: “Es necesario que el equipo pueda vivir con dignidad de su trabajo y se valore la enorme riqueza cultural de las artesanías”.

 


 

FUENTE Y AGRADECIMIENTOS A:      de  Florencia Tuchin19 a través de @Compromiso_Empr

Puedes ver aquí mas info:      https://www.compromisoempresarial.com/innovacion_social/2021/02/comunidades-rurales-emprendedoras-generando-impacto/