Previamente a que la emoción se produzca ha de suceder un acontecimiento que la provoque.
En un atardecer, Munch caminando por los fiordos noruegos acompañado de dos amigos percibió como el cielo se teñía, palabras textuales: “de rojo sangre”. Su amígdala (pequeña parte cerebral que se encarga de analizar el ambiente de forma continua en búsqueda de estímulos que predigan peligro) al llegarle la señal “cielo rojo sangre” identificó este suceso como algo que hacía tambalear-peligrar su bienestar, por lo que hace llegar el mensaje a todo el cuerpo:
¡Se activa la alerta!
La reacción del cuerpo a dicha señal no se hace esperar: aumento en la tensión arterial, taquicardia, pupilas dilatadas, sudoración, se paraliza los procesos digestivos, la circulación se activa en las piernas, respiración agitada… esta sería la que llamamos RESPUESTA NEUROFISIOLOGICA y es totalmente involuntaria. No podemos controlar de forma consciente esta primera respuesta.
Fíjate en el cuadro, en la expresión del cuerpo, la expresión de la cara, esta sería la RESPUESTA COMPORTAMENTAL. Como se puede ver en la pintura Munch queda rezagado de sus amigos, paralizado junto a la barandilla. La expresión de los ojos muy abiertos, la boca expresando un grito inaudible, las manos a ambos lados del rostro…. Es la respuesta a esa emoción que está viviendo en ese momento.
Tomar conciencia de lo que estás experimentando y ponerle nombre a lo que está sintiendo es la RESPUESTA COGNITIVA, es consciente y Munch la llamó: miedo-angustia profunda.
Ante ese atardecer rojo los amigos de Munch siguieron caminando como si nada pasase, para ellos la señal del color del cielo no les supuso ninguna amenaza ¿no es curioso? De una misma experiencia podemos observar cómo ante el acontecimiento éste puede ser valorado de una forma distinta dependiendo de cada persona, de hecho, Munch representa a sus compañeros bajo ese cielo “rojo sangre” paseando tranquilamente, dejándolo rezagado en el paseo.
Por lo tanto la emoción no depende del acontecimiento en sí, sino de la forma que tenemos de valorarlo.
¿Podemos cambiar nuestra respuesta emocional? Afortunadamente si. Estamos diseñados para sobrevivir y no para ser felices. En lo primero entran las emociones llamadas negativas (por alejarnos del bienestar) como son el miedo, la ira, la tristeza, el asco… y nos salen de una forma automática. Las emociones que nos acercan al bienestar: alegría, amor, felicidad hay que aprenderlas. 🙂
Si nos fijamos, el pensamiento negativo de Munch aparece por estar basado en su sistema de creencias y no en la evidencia. Este pensamiento negativo surge de una falta de reflexión profunda ante los acontecimientos; de pensar sobre lo que estás pensando.
Para poder modificar este comportamiento:
Lo 1º es detectar lo que estamos sintiendo. Ser conscientes para poder tomar responsabilidad sobre ello. El autoconocimiento es imprescindible, la mayoría de nosotrxs no dedicamos el tiempo necesario en descubrir cuales son las creencias que “llevamos por dentro” y que son las que llevan el timón de nuestras vidas. Si queremos saber cómo nos comportamos debemos conocer qué creencias nos gobiernan. Las creencias son todas aquellas opiniones y formas que tenemos de ver el mundo y a nosotrxs mismxs mantenidas en el tiempo.
2º: Debemos hacer una evaluación para saber qué pruebas tenemos para pensar de la forma en que lo estamos haciendo. ¿Qué pruebas tengo de que el cielo rojo supone un peligro para mí?. Nunca anteriormente ha pasado nada, ni tampoco tengo una bola de cristal que prediga el futuro, por lo tanto me estoy preocupando por algo que, en realidad, no ha pasado nunca y posiblemente no vaya a pasar.
Pensar en que el cielo rojo es un peligro para mí, ¿me hace sentir bien?, ¿me ayuda a mi sensación de bienestar?, ¿me permite avanzar o me paraliza?
¿La emoción que estoy sintiendo está justificada por lo que estoy viviendo? ¿Es la situación en realidad tan peligrosa como para tener miedo-angustia profunda?
3º: Buscar pensamientos que se basen en evidencias de la situación, más acorde con lo que estamos viviendo en ese momento, en esa situación concreta.
Por ejemplo: “es probable que la intensidad del rojo en el cielo sea muy parecido a otros atardeceres en estos fiordos, mis amigos caminan tranquilamente sin sobresaltarse porque no temen que algo malo vaya a pasar”.
Aunque normalmente solemos buscar pensamientos o justificaciones que nos acerquen a nuestras creencias principales (es una ruta más corta y con menos desgaste de energía), lo cierto es que si la información que obtenemos sobre evidencias es lo suficientemente potente, si los hechos son lo suficientemente fuertes, no sólo cambiaremos nuestro comportamiento, si no que podemos cambiar nuestro sistema de creencias.
Recuerda: conocerte a ti mismo es siempre el primer paso.