Si se lo propusieran, los países responsables del 99 % de las emisiones contaminantes del planeta podrían estar utilizando un 100 % de fuentes renovables para cubrir su consumo energético en 2050. Todavía antes, en 2030, podrían alcanzar el 80 %, según la ambiciosa hoja de ruta que ha trazado un grupo de casi treinta científicos de diversos países encabezados por Mark Z. Jacobson, investigador de la Universidad de Stanford y fundador de la iniciativa sin ánimo de lucro The Solutions Project.
Los autores han evaluado la capacidad de 139 países de todo el mundo para hacer la transición total a energías limpias —fundamentalmente eólica, hidráulica y solar—, previa adopción de la electricidad en sustitución de los combustibles fósiles en todos los sectores, en poco más de tres décadas.
Y no solo han concluido que es posible y necesario para un futuro libre de emisiones, sino además que vendría acompañado de la creación de unos 24 millones de empleos estables , la prevención de millones de muertes causadas por la contaminación, una drástica reducción del calentamiento global (de aproximadamente 1,5ºC) y el ahorro anual de más de 22 billones de dólares (más de 18 billones de euros) en costes sanitarios y más de 28 billones de dólares (casi 24 billones de euros) en costes medioambientales.
Según los autores del estudio, que ha sido publicado en la revista Joule, para los territorios más extensos (como Estados Unidos, China o la Unión Europea) sería considerablemente más fácil completar la transición que para aquellos más pequeños con gran densidad de población, como Singapur (que además se encuentra en medio del océano), por las dificultades que tendrían estos para encontrar espacios adecuados donde construir las infraestructuras necesarias.
La primera y principal medida que proponen los investigadores para hacer posible esta transformación global es la sustitución del petróleo y el gas por la electricidad en todos los sectores que consumen energía, desde el transporte o la climatización hasta la industria o la agricultura. Solo con eso, el consumo energético de cada país se reduciría drásticamente.
“Cuando conduces, solo entre el 17 y el 20 % de la energía va a parar al coche. El resto es calor residual”, recuerda Jacobson. “En un coche eléctrico, entre el 80 y el 86 % de la energía eléctrica sirve para mover el vehículo. Necesitas entre una cuarta y una quinta parte de la energía de un coche de gasolina para mover un coche eléctrico”.
Este tipo ahorro energético, que es una de las razones por las que países como Francia, Reino Unido o Alemania están tomando medidas contra los motores de combustión, ya acerca enormemente el objetivo de alcanzar el 100 % de la producción basada en renovables. Es una cuestión de eficiencia: la demanda de energía se reduce alrededor de un 23 % solo con pasarse a la electricidad, según los investigadores.
Además, el abandono de fuentes de energía como el petróleo, el carbón o el uranio (que se emplea en las centrales nucleares) supondría un nuevo ahorro, pues cerca del 13 % del consumo eléctrico global se destina actualmente a cubrir las necesidades de las minas, refinerías y el transporte de combustibles fósiles. Un gasto que, sin más, desaparecería.
En su lugar, los investigadores proponen adoptar una combinación concreta de fuentes renovables para garantizar el consumo en cada país. En España, el ‘mix’ tendría como protagonistas los paneles y centrales solares (en su conjunto, supondrían casi el 55 % de la producción), los molinos y turbinas de viento (36 %), las energías hidroeléctrica y mareomotriz (casi un 10 %) y la geotérmica (0,1 %).
Como resultado de su adopción, se crearían, de acuerdo con las estimaciones del estudio, más de 164.000 empleos estables vinculados con la operativa de estas infraestructuras y unos 155.000 puestos de trabajo en su construcción. Además, según los autores, se evitarían casi 17.000 muertes provocadas por la polución del aire y los costes energéticos, sanitarios y medioambientales se reducirían en casi 6.000 dólares (5.000 euros) por persona al año.
“Los políticos no suelen estar dispuestos a comprometerse a hacer algo sin que haya evidencias científicas razonables que muestren que es posible, y eso es lo que estamos intentando hacer”, sentencia Jacobson. “Creemos que una transición es posible y beneficiosa en muchos sentidos, y que los inconvenientes son pocos”.
El mayor obstáculo es, a su juicio, el inmovilismo. “Como con cualquier otra cosa, no se quiere cambiar —y es difícil cambiar si algo está funcionando bien. Pero ahora mismo las cosas están funcionando con efectos secundarios tremebundos”.
FUENTE: David G. Ortiz EN vía @wef