Completamente invadidos por la literatura “coach” que aspira a rescatarnos de la crisis a todos los niveles, el escritor Borja Vilaseca nos ofrece la posibilidad de imaginar qué haríamos si el miedo no atenazara todos y cada uno de los pasos que damos en nuestra vida. ¿Quién se atreve a intentarlo?

“¿Qué harías si no tuvieras miedo?” Con un título tan sugerente como este cualquiera se siente arrastrado a leer este libro. Lo que es más complicado (y en este caso se consigue) es que la emoción se mantenga durante 220 páginas que son las que dura esta propuesta. Se trata de un experimento (como dice el propio autor) donde se nos invita a mirar con nuevos ojos el mundo que hemos heredado y que se resquebraja bajo nuestros pies mientras intentamos mantenernos a salvo. Aunque a primera vista parece centrado en el ámbito profesional, nos quedaríamos cortos si lo juzgáramos como una herramienta para mejorar laboralmente, porque es mucho más que esto: es una propuesta para vivir intensamente nuestro interior, para escuchar nuestras capacidades creativas y para conectar con esa parte de nosotros que la Era Industrial lleva intentando silenciar desde que nacimos.

De la cultura orientada al tener a la cultura orientada al ser.

No es un tratado de economía, pero nos explica con claridad el sistema económico mundial y la falacia en que se sustenta, y cómo nuestras vidas están inexorablemente ligadas a esta gigantesca rueda. Como todo sistema económico, para seguir manteniéndose a flote, necesita que sus coetáneos se adapten sin rechistar a las condiciones que impone; y para ello, nos educan desde hace un par de siglos  en los principios de la obediencia, la uniformidad, el conformismo y el miedo a la innovación y la creatividad. Las escuelas “producen” futuros adultos que aceptarán ser igual que los demás a cambio de la seguridad económica que garantiza el estado y la empresa de la Era Industrial. Y a cambio de este conformismo, nos hipnotizan con consumir grandes cantidades de productos que no nos hacen más felices pero sí nos hacen creer que algún día lo seremos. Al fin y al cabo, alguien tiene que consumir lo que se fabrica…
De pronto, la crisis económica irrumpe en el escenario mundial y todo lo que conocíamos se va a pique: la seguridad económica que se nos garantizaba a cambio de seguir obedeciendo hasta la edad de jubilación deja de existir; ser un buen trabajador que cumple con las condiciones del contrato ya es suficiente  para mantenerse en el mercado laboral; las nuevas tecnologías desplazan las capacidades que habían servido como referencia en cualquier currículum hace diez o quince años; dejamos atrás la cultura orientada al tener para adentrarnos en la cultura orientada al ser.

sin miedo
La empresa inconsciente.

Pero en un mundo en constante cambio, no solo los empleados deben adaptarse a las novedades: las empresas ancladas en los viejos preceptos de generar beneficios a cualquier precio sin ofrecer nada a cambio a la sociedad también están condenadas al fracaso. Las organizaciones que siguen basándose en el beneficio económico dejando de lado la sostenibilidad, el compromiso con la sociedad y el bienestar psicológico de sus empleados tendrán que “reinventarse” igual que los empleados que creen que es suficiente con cumplir con sus obligaciones sin aportar nada de su propia cosecha. La Era del Conocimiento, en que nos encontramos inmersos, requiere “personas que cobran básicamente por pensar y desplegar su talento y potencial por medio de una función profesional creativa, útil y con sentido”. Si nuestras únicas capacidades las puede hacer cualquiera, en breve seremos reemplazados por alguien que lo haga más barato. Como dice el autor “ya no importa tanto qué hemos estudiado, ni siquiera qué puesto ocupamos. El único currículum vitae que cuenta es nuestra capacidad de ofrecer talento y la única seguridad laboral reside en nuestra habilidad de aportar valor de forma constante. A través de nuestra marca personal también aprendemos a conectar con aquellas personas que quieren comprar lo que ofrecemos”. Suena al mismo tiempo excitante y amenazador ¿Verdad? No olvidemos que en el título del libro aparece la palabra “miedo”.

El cambio de paradigma.

Con este nuevo escenario es imprescindible cambiar el “chip”, utilizar más nuestro hemisferio derecho (el de la creatividad, el que nos convierte en seres maravillosamente únicos e irrepetibles), dar espacio a esa vocecita interior que tenemos ahogada desde hace años en nuestro interior y plantearnos qué queremos hacer el resto de nuestra vida. Las empresas y los profesionales estamos condenados a cambiar y a cubrirnos mutuamente nuestras necesidades. No sirve de nada seguir negando la evidencia.
Ya lo decíamos al principio, este libro es un experimento, un maravilloso experimento para tratar de “despertarnos” a la vida. Por eso, a veces vale la pena plantearse algunas cuestiones:

“¿Qué es lo más inspirador que podrían decir acerca de tu trabajo? ¿Qué sentido tuvo lo que hacías durante ocho horas al día? ¿Qué valor aportabas a los demás? ¿Cuál fue exactamente tu contribución al mundo? “

¡Feliz viaje interior hacia el cambio!

 FUENTE: http://prevenblog.com/

 

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